En 1987, el vídeo hogareño ya llevaba diez años bajo el dominio del formato VHS, pero una cosa era consumir vídeo, y otra muy diferente era crearlo. Una videocámara VHS tradicional podía demandar una inversión superior a los mil dólares, y la gente de Fisher-Price llegó a una extraña conclusión: Convertirla en un juguete. Eso dio lugar a la PXL-2000, una cámara de apariencia muy futurista, que podía grabar su contenido en… ¿cassettes de audio?
Hellraiser, Innerspace, Lethal Weapon, Predator… digamos que había razones de sobra para ir al cine en 1987. Pero el vídeo hogareño no se quedaba atrás, y con el VHS como rey absoluto, la distribución de películas era imparable. Ahora, el deseo de crear vídeos caseros siempre existió, con la diferencia de que el proceso necesitaba ser un poco más… accesible. Los usuarios de Commodore Amiga encontraron una solución fabulosa en la plataforma Video Toaster (a una fracción del costo que debían pagar por equipo profesional), pero el inventor James Wickstead y su equipo decidieron apuntar a un sector completamente diferente del mercado: Los niños.
Una vez que la gente de Fisher-Price compró los derechos a Wickstead, la videocámara PXL-2000 se convirtió en un producto real. Debutando con un precio oficial de 179 dólares en 1987, la PXL-2000 apostaba a su diseño futurista, y al uso de cassettes de audio tradicionales como medio de almacenamiento, mucho más baratos y fáciles de manipular (eso sin olvidar el costo reducido de fabricación, ya que todo lo que necesitaba era un mecanismo normal de cassette). Un sensor CCD, una lente, un filtro infrarrojo, un chip Sanyo LA 7306M, un modulador RF y seis baterías AA completaban sus especificaciones.
Entonces, ¿cómo funcionaba exactamente? En esencia, el uso de cassettes convencionales limitaba (y mucho) el ancho de banda disponible para grabar vídeo. El diseño de la cámara compensaba esa situación moviendo a la cinta magnética nueve veces más rápido de lo normal, pero aún así no era suficiente. Imágenes en blanco y negro, un framerate de 15 cuadros por segundo y un tamaño de imagen de 120 x 90 píxeles equilibraron la ecuación… grabando entre cuatro y cinco minutos de vídeo por lado.
La PXL-2000 presentaba muchas dificultades al grabar en interiores, por lo tanto, el uso recomendado era a plena luz del día. Como si eso fuera poco, todos los clips terminaban con el espantoso ruido del mecanismo en segundo plano. Una vez expuestas esas limitaciones, Fisher-Price recortó el precio de la PXL-2000 a 100 dólares, pero seguía siendo demasiado costosa como «juguete», y en poco más de un año fue retirada, con una producción final de 400.000 unidades.
Sin embargo, la PXL-2000 se las arregló para conservar cierta popularidad en espacios artísticos experimentales, con entusiastas interesados en modificar la cámara para obtener vídeo de forma «más cercana» al sensor, sin el caos del RF. ¿Te interesa tener una? Bueno… mala suerte: El paso del tiempo sumado a los reviews de varios especialistas en YouTube la convirtieron en ítem de colección, con precios que superan los 500 dólares.