Parece que el futuro de la robótica podría estar en manos de una rata robot de 50 centímetros de largo. Psikharpax es un roedor cibernético atestado de sensores y dotado de un cerebro electrónico. Fue diseñado por los investigadores del Instituto de Sistemas Inteligentes y Robótica de Francia y, según sus creadores, revolucionará la inteligencia artificial.
La robótica ha avanzado mucho en los últimos años, en gran parte debido a los nuevos microprocesadores y algoritmos que los especialistas desarrollan a diario. A menudo leemos noticias sobre la inminente aparición de tal o cual robot que nos cambiará definitivamente la vida, por ejemplo ayudándonos en nuestras tareas hogareñas. Sin embargo, el tiempo pasa y seguimos fregando platos y limpiando pisos a mano, de la misma forma que lo hacían nuestros abuelos. Evidentemente, hay algo que no está funcionando del todo bien.
Parece que todos los esfuerzos destinados a producir robots dan como resultado autómatas industriales, con un cerebro comparable -siendo optimistas- al de un insecto, que solo pueden hacer tareas repetitivas. La mayoría de estos cacharros fallan miserablemente si alguna condición de su entorno varía solo ligeramente. No hace mucho, en una exposición industrial en la que se exponía uno de esos armatostes capaz de atornillar nosecuantas piezas por minuto, el robot quedó fuera de juego cuando un chaval de 5 años le corrió 10 centímetros a la derecha el cubo con los tornillos. Estamos de acuerdo en que son unas herramientas muy útiles y que pueden ayudar en determinadas tareas, pero sin dudas estamos muy lejos de lo que muchas veces nos quieren “vender” algunos especialistas. Si Asimov pudiese ver nuestros patéticos esfuerzos, de moriría (otra vez) de risa.
Hay otro campo en el que se destacan los robots: el entretenimiento. En efecto, empresas como Sony o Hasbro disponen de un buen catalogo de “mascotas robóticas” capaces de efectuar trucos que pueden dejar a nuestros pequeños -y a muchos adultos también- con la boca abierta. Sin embargo, ni los robots industriales ni estas mascotas pueden considerarse “inteligentes”. ¿Que está fallando?
Esto es lo que se intentan responder los investigadores del Instituto de Sistemas Inteligentes y Robótica, de Francia, gracias a una rata de latón de medio metro de largo llamada “Psikharpax”. Este robot, que debe su nombre al rey de las ratas en la parodia de la Iliada de Homero, ha sido dotado de todos los elementos necesarios para que sea capaz de “sobrevivir” como lo haría una rata real. Para moverse por el interior de una vivienda, o dentro del mismo laboratorio donde está siendo desarrollado, dispone de cámaras de vídeo a modo de ojos, un par de micrófonos que hacen las veces de orejas, y una serie de bigotes capaces de emular las funciones que tienen estos pelos en un ratón de verdad. Toda la información recogida por los sensores es analizada por un microprocesador central, que también se encarga de accionar los motores eléctricos que le proporcionan movilidad a Psikharpax.
Esta rata robótica difiere de algunos autómatas similares creados antes porque posee una arquitectura neuronal que le permite efectuar algunos trucos propios de sus pares biológico. Los diseñadores han apostado a la biomimética, pues Psikharpax imita a la naturaleza para adecuarse a lo inesperado y adquirir conocimiento. En efecto, el software de abordo está especialmente diseñado para permitirle “sobrevivir en un ambiente amenazante”.
Los científicos conocen muy bien el cerebro de un ratón. De hecho, se ha llegado a simular su funcionamiento en un supercomputador. Todo este conocimiento ha sido aplicado en el desarrollo de Psikharpax. Por ejemplo, en condiciones de poca luz, el robot es capaz de dejar completamente de lado los datos recogidos por las cámaras y basarse solamente en lo que le indican sus micrófonos o la información que envían sus bigotes. Esto es, de hecho, lo que hace una rata de verdad. También puede evitar obstáculos, incluidos los científicos que deambulan por el laboratorio. Cada vez que algo se interpone en su camino, la red neuronal que incorpora su sistema de control se adapta para aprender el evento que acaba de tener lugar. Psikharpax es capaz de “alimentarse”, acudiendo regularmente a unos puntos determinados donde puede recargar sus baterías.
Los investigadores esperan que este feo ratón blanco de cincuenta centímetros de largo, capaz de convertirse en la pesadilla de cualquier gato, pueda aportar el conocimiento necesario para que los futuros robots sean un poco menos estúpidos y se conviertan en herramientas útiles de verdad.