Si los científicos están en lo cierto, de un pequeño invernadero podrían extraerse millones de dosis de uno de los fármacos más efectivos a la hora de evitar el VIH. La planta capaz de proporcionarnos este químico se la Nicotiana benthamiana –prima de la planta del tabaco- a la que los especialistas le han modificado algunos genes.
No deja de ser una ironía que la planta que quizás salve millones de vidas en todo el mundo al protegernos del contagio del virus del SIDA esté estrechamente emparentada con la del tabaco, que nos ha matado como moscas a lo largo de casi toda la historia. La ingeniería genética es la responsable de este tipo de milagros, ya que al cambiar uno o más genes de un ser vivo puede hacer que este “funcione” de una forma distinta. Justamente, usando este tipo de técnicas un equipo de científicos británicos y estadounidenses han modificado un vegetal llamado Nicotiana benthamiana para que produzca una proteína capaz de ayudarnos a prevenir el contagio del virus del VIH.
El estudio en cuestión podría permitir la elaboración de un producto comercial basado en esta proteína, cuyas características microbicidas son muy efectivas contra este virus. No es la primera vez que se logra desarrollar un microbicida como este, pero nunca habían sido convertidos en productos disponibles en gran escala por el gran costo que implicaba su producción masiva. El nombre de la proteína que, gracias a la introducción de genes de un alga roja puede producir la Nicotiana, es Griffithsin (GRFT).
Los científicos tenían conocimiento de que la GRFT era efectiva contra el VIH, ya que interfiere de manera eficaz con el mecanismo que emplea el virus para infectar células sanas. "Estas proteínas han demostrado ser una protección eficaz contra el VIH, y la GRFT quizás sea uno de los inhibidores más potentes encontrados hasta ahora", dice Kenneth Palmer, un biólogo de la Universidad de Louisville (Kentucky). Palmer fue quien dirigió uno de los equipos de investigación, además de trabajar para Intrucept Biomedicina, una compañía de biotecnología que se encargaría de la comercialización de los microbicidas.
Ya hemos visto otras veces cómo una noticia de este tipo resulta ser mucho menos espectacular de lo que en un principio parece. Por alguna razón, el tiempo pasa y el producto prometido no aparece en el mercado. Pero lo que llama la atención es el hecho de que ya se conociesen microbicidas como este, pero que “por el gran costo que implicaba su producción masiva” nunca se pusieron a disposición del público. ¿Qué significa esto? Sin ánimo de alentar teorías conspirativas ni mucho menos, uno puede preguntarse cuál es el precio de una vida humana. ¿Qué significa “caro” cuando una vida depende de ello? Es posible que haya existido algún otro motivo por el que nunca se comercializaron esos productos. Seria muy triste que por una mera cuestión de dinero millones de personas hayan muerto de SIDA.