Muchos pigmentos son relativamente comunes, en especial desde que se comenzaron a desarrollar variantes sintéticas. Sin embargo, algunos pigmentos son tan raros que necesitan ser preservados en condiciones mucho más avanzadas, y utilizados con responsabilidad. Eso es lo que sucede en los Museos de Arte de Harvard, donde poseen una colección de pigmentos derivada de materiales tan extraños como resina de momia, aserrín de madera brasileña, escarabajos muertos, y la orina de una vaca.
Si hay dos procesos extremadamente complejos en el mundo del arte, ambos son la restauración y la detección de falsificaciones. Los responsables deben extraer toda la información posible de una pintura, y la identificación apropiada de los colores es un aspecto crítico. ¿Qué clase de materiales tenía el autor original a su disposición cuando creó la pintura? ¿Acaso existe un anacronismo, o una distorsión inesperada en un color? Por supuesto, cualquier estudio serio al respecto necesita tener como mínimo una base para comparar, y en ese punto es cuando aparecen colecciones de pigmentos similares a la que poseen en los Museos de Arte de Harvard.
Desde un trozo de plomo en vinagre hasta insectos muertos extraídos de un roble, casi cualquier cosa puede servir como pigmento. La llamada «Colección Forbes de Pigmentos» comenzó gracias al interés de Edward Forbes, director del Museo de Arte Fogg en la Universidad de Harvard entre 1909 y 1944. Hoy, la colección cuenta con más de 2.500 muestras, y uno de sus puntos más llamativos es que se encuentra a la vista del público. Cualquiera que pase por las instalaciones podrá disfrutar de una amplia serie de botellas, cajas y contenedores con toda clase de polvos, cristales y líquidos provenientes de los rincones más exóticos e inesperados del globo.
De acuerdo a Narayan Khandekar, actual director del Centro Strauss para la Conservación y los Estudios Técnicos en los Museos de Arte de Harvard y actual responsable-guardián por la colección, su trabajo está a la par del que realiza un detective forense: Tanto él como su equipo apelan a procesos de espectroscopía Raman, cromatografía gaseosa, espectrometría de masas y microscopía electrónica para determinar con precisión de qué está hecho un pigmento.
El color más raro de la colección, según el propio Khandekar, es el «amarillo indio» creado por la orina seca de las vacas que se alimentan con hojas de mango. Bueno, tal vez eso es demasiado raro, pero el valor de la colección es enorme, al igual que su utilidad. A modo de ejemplo, la colección fue determinante en la identificación de una pintura falsa atribuida a Jackson Pollock que «apareció» en 2007. ¿La clave? Uno de los rojos usados en la pintura había sido creado veinte años después de su muerte.