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Proponen prohibir la pesca en 30% de los océanos

Un experto de la Universidad de York ha desatado la polémica al proponer que una parte de los océanos del mundo deberían convertirse en una reserva natural, y que esto debe hacerse ya mismo si es que queremos seguir comiendo pescado durante mucho tiempo. Para Callum Roberts, el cerrar a la pesca el 30% de los océanos por 20 años permitiría devolver a los mares las riquezas que poseían hace 100 o 200 años.

La pesca indiscriminada, la corrupción de algunos gobiernos que permiten hacer prácticamente cualquier cosa en sus costas a cambio de dinero, la creciente demanda de alimentos y la contaminación de los mares está haciendo estragos en la fauna marina. Dado que normalmente no vemos lo que ocurre debajo del agua, esta disminución en la cantidad, calidad y variedad de peces puede pasar desapercibida para la mayoría de las personas. Sin embargo, los ambientalistas -y los patrones de los buques de pesca– desde hace tiempo vienen denunciando esta situación.

Callum Roberts, profesor de Conservación Marina de la Universidad de York, ha revisado más de 100 artículos científicos para llegar a la conclusión de que un tercio de los océanos del mundo deberían cerrarse a la pesca ya mismo. Una medida de este tipo podría darle la oportunidad de recuperar su número a muchas especies que actualmente están en franco peligro de desaparición. Según el científico, destinar un tercio de los océanos a una especie de “reserva ecológica marina” podría –en 10 o 20 años- lograr que su estado vuelva al que se encontraba hace 100 o 200 años, antes que se inventase la pesca industrial de arrastre.

La denominada “red de arrastre” consiste en una especie de bolsa construida con una malla de grandes dimensiones, que se remolca desde un barco pesquero de entre 20 y 60 metros de eslora. Las puertas de arrastre están diseñadas para mantener la boca de la red abierta a medida que se desplaza por el agua, mientras que la relinga inferior de la red está aparejada con plomos para mantenerla sumergida. Además, estos barcos están equipados con sistemas de detección de cardúmenes ultrasónicos que los hacen muy efectivos. Pero estos sistemas de pesca arrasan con la población marina y, en ocasiones, rozan el fondo oceánico destruyendo comunidades de algas calcáreas y otros organismos de gran importancia ecológica.

Los estudios demuestran que no se puede seguir pescando de la misma forma y en la misma cantidad que lo hacemos hoy. Varias organizaciones, entre ellas Friends of the Earth (Amigos de la Tierra), Marine Conservation Society (Sociedad para la Conservación Marina) y la Royal Society, coinciden en que “del 20% al 40% de los mares deberían cerrarse a la pesca para protegerlos”. Roberts agrega que “en 20 años, podríamos llegar a un nuevo punto de equilibrio en el que una gran cantidad de especies hoy casi desaparecidas se encuentren otra vez en un estado mucho más productivo”.

Un argumento que se esgrime con frecuencia, sobre todo por parte de algunos representantes de la industria pesquera, es que el mundo necesita esos millones de toneladas anuales de peces que sus redes capturan. Sin embargo, el argumento es bastante débil, ya que dentro de 10, 20 o 50 años la demanda va a seguir existiendo –incluso incrementada al mismo ritmo que crece la población mundial– pero ya no va a existir nada que pescar. Lo lógico parece ser disminuir el ritmo de depredación para que el recurso se recupere y siga estando disponible para las generaciones venideras. Algunos gobiernos parecen no entender esta situación, y permiten –ya sea a sabiendas de lo que ocurre o por no controlar debidamente sus costas- que se efectúen verdaderas masacres.

El video siguiente muestra como, a lo largo del litoral situado entre Camaná y Quilca, (Perú), se pescan anchoas a pocos metros de la costa sin que los guardacostas hagan algo.

No es el único lugar donde se depreda sin problemas, ocasionando graves desequilibrios ecológicos. En las costas del sur argentino, por ejemplo, los albatros y las gaviotas se han multiplicado de forma increíble. Estos pájaros han encontrado en los pesqueros internacionales una nueva y abundante fuente de comida. Es que los buques que capturan langostinos sólo se interesan por esta especie, que cuesta en el mercado internacional 18 dólares el kilo, arrojando por la borda la merluza, el cazón, el abadejo, las rayas y hasta el salmón que caen accidentalmente en sus redes. Como estos peces viven a 80 o 90 metros bajo la superficie, una vez subidos al barco mueren por una normal diferencia de presión, y son devorados por los albatros y las gaviotas.

Los tiburones, por ejemplo, que durante millones de años fueron los depredadores más famosos de los mares, hoy tienen dificultades para sobrevivir. La pesca intensiva, la práctica del aleteo, la captura incidental y la contaminación del mar han acabado con el 90 por ciento de su población. Si bien tienen “mala prensa”, ya que cada año cobran la vida de entre 13 y 20 seres humanos, según los reportes del Archivo Internacional de Ataques de Tiburón (ISAF, por sus siglas en inglés), con sede en el Museo de Historia Natural de Florida,  desde la perspectiva del tiburón las cosas son muy diferentes. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que cada año se pescan 100 millones de tiburones en todo el mundo, la mayoría de ellos son crías jóvenes, lo que en los mercados se vende como cazón. Ransom Myers, investigador de la Universidad de Halifax, asegura que el tiburón también está desapareciendo culpa de la contaminación. “En el Golfo de México ha decrecido la población de tiburones desde 1950, debido a la creciente contaminación de la parte norte, donde desemboca el Río Mississippi cargado con muchos químicos usados en la agricultura, así como la contaminación de la parte sur, derivada de la extracción de hidrocarburos”.

La industria gastronómica también “ayuda” a la depredación. El tejido semitriangular que sobresale en el agua cuando un tiburón se aproxima –capaz de aterrar al bañista más valiente-  es un cotizado ingrediente de una de las sopas más demandadas en Asia Oriental. La aleta de tiburón, el único trozo de este animal que se aprovecha en la mayoría de los casos-  se llega a vender en un restaurante de lujo a 100 dólares por plato. Con estos datos a la vista, parece que Callum Roberts no se equivoca. Debemos parar hoy esta pesca indiscriminada, para que en el futuro ese 70% de la superficie de nuestro planeta que se encuentra cubierta por agua pueda alimentar, de forma racional y sostenida, a la humanidad.

Escrito por Ariel Palazzesi

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