No importa qué tan simple o avanzada sea la explicación de fondo, no importan los detalles o los beneficios, no importa la necesidad o la seguridad: En todo el mundo siempre habrá alguien dispuesto a quebrar la cuarentena y salir a la calle de todos modos. El hecho de arriesgar su salud y la de otros no es suficiente para que lo piensen dos veces, y en el corto plazo representan un problema muy serio. ¿Por qué lo hacen? Los psicólogos nos ofrecen diferentes razones.
Gente en las playas y las plazas, en bares y restaurantes, agrupada dentro de los mercados, o haciendo largas colas para entrar y salir de las ciudades. Gente que quiere irse de vacaciones, y que regresa de vacaciones. Gente que trata de visitar a amigos y familiares, que busca ir a la Iglesia, o simplemente abusa de los permisos de salida para realizar largos paseos.
«No pueden obligarme», «hago lo que quiero», «no me van a quitar mi libertad»… las respuestas en redes sociales de quienes buscan justificarse son chocantes y controvertidas. El resto del público los acusa y expone, mientras las autoridades amenazan con duras sanciones… pero lo hacen de todas maneras. ¿Por qué rompen la cuarentena? Como era de esperarse, psicólogos de todo el mundo se están haciendo un festín, y aunque sería viable reducir la respuesta a «naturaleza humana», existen razones más detalladas que vale la pena explorar:
Los «tres niveles de respuesta»
Gordon Asmundson, profesor de psicología de la Universidad de Regina en Saskatchewan y experto en ansiedad, dolor crónico y estrés postraumático, nos divide en tres niveles: Sobre-respondedores, sub-respondedores, y los que quedan a mitad de camino. Los «sobre-respondedores» son los paranoicos, aquellos que se entregan al pánico y arrasan con los mercados llevándose cada rollo de papel higiénico disponible. Quienes estamos en el medio simplemente aceptamos la situación y entendemos que es algo necesario sin realizar quejas mayores. Pero los «sub-respondedores» se creen invulnerables e inmunes. Para ellos, enfermarse no es una posibilidad, y desoyen cualquier recomendación de salud pública, incluyendo el distanciamiento social.
Buscan recuperar el control
Para quienes rompen la cuarentena, este aislamiento obligatorio equivale a una pérdida de poder y control. Vaile Wright, directora de investigación y calidad clínica en la Asociación Americana de Psicología, explica que ese desafío constante «vuelve al virus más pequeño», y busca combatir la idea de que algunas cosas están fuera de nuestro control.
No creen que sea su problema
Todavía hay personas convencidas de que COVID-19 es un problema externo y ajeno a su región, o que pueden escapar de él con una larga estadía en otra parte. Steven Taylor, psicólogo y autor del libro «Psicología de las Pandemias», dice que aquella gente viviendo en comunidades donde la infección no avanzó o donde las autoridades se han negado a implementar cuarentenas, podrían resistirse a mantener cierta distancia social. Al no ver los efectos inmediatos del virus, su respuesta inmediata es minimizar su significado.
«Infodemia»
El doctor Taylor agrega otro parámetro: «Infodemia». El constante bombardeo sobre COVID-19 en televisión, radio, Internet y contactos en redes sociales lleva al desarrollo de una enorme insensibilidad frente al tema. La información conflictiva, las fake news, las contradicciones de las autoridades («los jóvenes están a salvo» – «los jóvenes están en riesgo»), y el tono apocalíptico de muchos medios no hacen más que aumentar la sobrecarga.
Individualismo
Algunos lo ven como un hecho generacional, pero no es así. El mundo occidental, con especial énfasis en los Estados Unidos, ha valorado tanto las libertades individuales que algunas personas no dudan en colocarlas por arriba del bien común. Esa línea de pensamiento es absolutamente incompatible con los parámetros necesarios para enfrentar a una pandemia. Trabajadores de la salud y hasta celebridades se vuelcan a las redes sociales día a día en un intento por transmitir los beneficios de quedarse en casa, tanto para cada individuo como para la población de riesgo, pero el individualismo y la cultura del «primero yo» actúan como elementos resistivos.
Soledad
Uno de los puntos en los que cada psicólogo coincide: Los humanos buscan conectarse de algún modo, y negar esa interacción social por períodos prolongados puede ser perjudicial. Esto es particularmente difícil entre mayores adultos, que ya son parte de un grupo de mayor mortalidad a causa de la depresión y la soledad. A eso se suma cierto rechazo natural al uso de la tecnología como medio de comunicación.
En muchas ocasiones, es inevitable
La última razón no responde tanto a factores psicológicos, sino a necesidades directas e impostergables. Con el crudo avance de la «gig economy» y la precariedad laboral constante, millones de personas se encuentran por fuera de los sistemas de protección social, y deben salir a buscar un ingreso, ignorando a las autoridades. No hay nada para elegir o analizar aquí: Deciden tirar los dados frente a la enfermedad, porque la alternativa es una alacena vacía, un medicamento que falta, o un bidón de cloro que no se compra. En resumen: Si no salen, no comen… y COVID-19 pierde relevancia.
Fuente: CNN