La naturaleza ha ayudado a inspirar una enorme cantidad de proyectos, pero su influencia puede ir mucho más allá. De hecho, en algunos casos es preferible imitarla directamente, debido a su alto nivel de eficiencia. El proyecto Plantoid busca hacer eso con las plantas, al tratar de crear robots que reproduzcan la forma de crecer, y trabajar, que tienen sus raíces.
¿Por qué las raíces? En general estudiamos la forma en que las plantas obtienen energía, o cómo la administran en los tiempos de escasez, pero las raíces son críticas. Transmiten a la planta todo lo que debe saber sobre el suelo en el que se encuentra, y también lo exploran de modo muy eficiente. Piensa por un momento el esfuerzo que debes hacer para cavar un agujero, o en las máquinas que nos permiten mover grandes cantidades de tierra. Toda raíz se toma su tiempo para crecer, pero la energía que consumen al hacerlo es muy baja en comparación con otros métodos.
En otras palabras, no sería una mala idea desarrollar un robot que se comporte como una planta, y en ese punto es en donde aparece el proyecto Plantoid, liderado por la doctora Barbara Mazzolai del Instituto Italiano de Tecnología. Además de reproducir el funcionamiento y el crecimiento de las raíces, la idea de fondo es que los robots sean capaces de registrar diferentes parámetros, como el nivel de contaminación en la tierra, los minerales disponibles y la presencia de agua. Para visualizar mejor al robot, está compuesto por un “tallo” que contiene un plástico líquido especial, el cual puede ser congelado con la ayuda de luz ultravioleta. Media docena de “raíces” con la forma de cilindros surgen de este tallo, cada una con un motor, un LED de luz ultravioleta y una batería en su extremo. El motor succiona el plástico líquido, creando y extendiendo cada raíz, a medida que el LED ultravioleta la solidifica. Los investigadores han calculado que los prototipos de raíces robóticas podrían atravesar hasta un metro de tierra real.
De momento, los prototipos no tienen ninguna clase de sistema de control que les permita adaptarse a su entorno, por lo que será necesario desarrollar una nueva generación con sensores integrados, y el software para su funcionamiento. El proyecto comenzó en mayo de 2012, y se extenderá por un total de 36 meses, con un costo que supera levemente los dos millones de euros.