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Placebos: funcionan mejor de lo previsto

Según un estudio realizado por investigadores del Centro de Investigación Osher de la Facultad de Medicina de Harvard y del Centro Médico Diaconisa Beth, de Israel, el denominado “efecto placebo” funciona incluso cuando los pacientes a los que se les aplica una sustancia inerte están al tanto de ello. Ese descubrimiento podría dar lugar a una serie de terapias en las que los placebos reemplacen a medicinas “de verdad“.

Los médicos han utilizado durante años los denominados “placebos” -falsos medicamentos que no son más que un comprimido de azúcar- principalmente durante los ensayos clínicos. Estos comprimidos proporcionan una forma sencilla de verificar la eficacia y seguridad de nuevos medicamentos. A pesar de no incluir principios activos, los pacientes suelen responder al consumo de placebos con alguna mejoría. De hecho, los datos sobre placebos son tan convincentes que muchos médicos -sobre todo el los Estados Unidos, donde existen estadísticas que afirman que un 50% de los profesionales lo hacen- suelen administrar secretamente este tipo de medicinas inocuas a sus pacientes más confiados.

¿Como puede ser que un comprimido que no tiene ningún principio activo logre una mejoría? El secreto se encuentra en la sugestión. En general, los placebos funcionan en aquellas “enfermedades” que tienen un origen “mental”, donde el paciente -de la misma manera que se había convencido de que estaba enfermo- se convence de que el medicamento que está tomando lo ha curado. Sin embargo, estudios recientes parecen probar que la eficacia de este sistema es mucho mayor de lo que se creía.

Según los expertos del Centro de Investigación Osher de la Facultad de Medicina de Harvard (HMS, por sus siglas en inglés) y del Centro Médico Diaconisa Beth (BIDMC), de Israel, el efecto placebo funciona aún cuando los pacientes a los que les aplican una sustancia inerte están al tanto de esta situación. Según se desprende del estudio en cuestión, el cerebro pone en marcha el proceso de saneamiento simplemente por haber “transitado” por la rutina médica asociada a la prescripción del medicamento.

Los científicos tomaron como universo para comprobaron su hipótesis a un grupo compuesto por 80 pacientes que presentaban una dolencia conocida como “síndrome del intestino irritable”. Tal como se hace en este tipo de experimentos, comenzaron dividiendo a los pacientes en dos grupos. El primero de ellos no recibió tratamiento alguno, y el segundo fue tratado con un placebo. A diferencia de otros ensayos similares, esta vez los médicos informaron a los integrantes del segundo grupo que el medicamento que estaban ingiriendo dos veces al día no contenía ningún ingrediente activo.

Sorprendentemente, luego de tres semanas de “tratamiento” (o de ausencia de él) en el grupo que recibió el placebo -a sabiendas de ello- poseía un número dos veces mayor de personas que “sintieron mejorar su estado de salud.” La conclusión es inevitable: tomar placebos beneficia a los pacientes, incluso cuando están al tanto de esta situación. Obviamente, hay toda una serie de cuestiones éticas detrás de estos experimentos, que deben debatirse en profundidad antes de comenzar alegremente a reemplazar medicamentos “de verdad” por píldoras de azúcar.

Incluso podría haber problemas legales cuando el tratamiento no dé el resultado esperado. ¿Como reaccionaría el padre que pierde un hijo que ha sido tratado con un placebo en lugar de un medicamento real? ¿Podremos elegir nosotros mismos si tomamos un placebo, o se nos impondrán desde los mismos laboratorios? ¿Cuantos pacientes habrían mejorado en el primer grupo si se hubiesen tratado con un medicamento convencional? Evidentemente, se trata de un experimento muy interesante, que podría cambiar la forma en que se cura la gente.

Escrito por Ariel Palazzesi

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