La Estación Espacial Internacional (EEI) estuvo a punto de ser impactada por un trozo de “basura espacial”, lo que obligó a sus seis tripulantes a refugiarse en la nave de socorro Soyuz. Los restos, seguramente pertenecientes a algun satélite destruido u otra misión espacial, pasaron a sólo 250 metros de la EEI, una distancia lo suficientemente pequeña como para crear la alarma en el centro de control terrestre. Afortunadamente no hubo impacto, pero este tipo de situación debería hacernos recapacitar acerca de lo que puede ocurrir si no hacemos algo ya mismo con la chatarra que rodea nuestro planeta.
Afortunadamente solo fue un susto: un pedazo de chatarra del que hasta ahora poco se sabe pasó a escasos 250 metros de la Estación Espacial Internacional (EEI). La tripulación completa, compuesta por seis astronautas, tuvieron tiempo de refugiarse en la nave de socorro rusa Soyuz, considerado el sitio más seguro en caso de que un trozo de basura espacial impactase contra la estación. Los seis astronautas -el comandante ruso Andrey Borisenko, sus compatriotas Alexander Samokutyaev y Sergei Volkov, los estadounidenses Ronald Garran Jr. y Michael Fossum, y el japonés Satoshi Furukawa- recibieron desde tierra el aviso de que el peligro había pasado y que era seguro volver a la EEI.
Fuentes oficiales de la agencia espacial rusa confirmaron el hecho a la agencia Interfax, y en este momento la noticia está siendo reproducida por todos los medios del mundo. Los funcionarios rusos, en su escueto anuncio, dijeron que “la tripulación fue informada que el desecho espacial pasó junto a la estación y que puede salir de la nave Soyuz“. Nada se dice sobre que tipo de desecho fue el que comprometió la integridad de la Estación Espacial Internacional. La EEI da una vuelta a la Tierra cada una hora y media, lo que da una idea de su velocidad. Un impacto directo contra un objeto perdido, por pequeño que este sea, provocaría enormes daños en su estructura y comprometería la vida de sus tripulantes. En marzo 2009, la tripulación de la EEI también tuvo que refugiarse a bordo de la Soyuz, por el mismo motivo. En ese momento, los científicos alertaron que este tipo de evento iba a ser cada vez más frecuente, y parece que -lamentablemente- no se equivocaban. Unos 18.000 objetos conocidos, considerados muy peligrosos, se desplazan a decenas de miles de kilómetros por hora en la orbita terrestre. Pero el peligro real son los otros -quizás más numerosos- de los que se desconoce su trayectoria y no pueden ser monitoreados desde tierra.