La humanidad sigue obsesionada con encontrar rastros de vida extraterrestre. Los cientificos buscan nuevas formas de determinar si ET se encuentra, o no, en alguna parte, mediante los más variados mecanismos. Lo último en este sentido parece ser un detector capaz de “adivinar” si un fotón, en algún momento de su existencia, ha impactado o no contra una molécula orgánica. Si esta técnica se prueba con éxito, ¡los alienígenas ya no tendrán dónde esconderse!
Se han propuesto varios sistemas para determinar la existencia de vida en otros planetas, desde la búsqueda de gases propios de la actividad de los seres vivos hasta el análisis de la reflexión de la luz infrarroja (que puede ser modificada por la existencia de algún tipo de microbios). Sin embargo, estos métodos son bastante limitados, ya que algunos procesos no biológicos son capaces de producir gases que normalmente asociaríamos con la vida y no todos los microbios necesariamente tienen que responder de la misma manera a la radiación.
Por eso, en lo que a búsqueda de vida extraterrestre se refiere, los humanos aún tenemos mucho camino por recorrer. Un buen paso adelante, sin embargo, es la nueva técnica presentada por investigadores de diferentes universidades de los Estados Unidos: analizando las "firmas" que dejan los fotones al rebotar en las células capaces de realizar el proceso de la fotosíntesis, los científicos podrían determinar si un rayo de luz recogido por un sensor proviene (o no) de un planeta habitado por alguna forma de vida. Según el astrobiólogo Neill Reid, del Space Telescope Science Institute, "la polarización en forma circular de los fotones detectados tiene el potencial de ser la firma que certifica la existencia de vida."
La nueva técnica aprovecha la tendencia que tienen algunos fotones de adoptar una particular polarización, circular en lugar de arriba y abajo, luego de golpear a determinadas moléculas. Estos fotones polarizados circularmente tienen trayectorias muy precisas, que son determinadas por las moléculas con las que han interactuado. Su análisis permitiría saber si un determinada rayo de luz recogido por un sensor, luego de haber cruzado media galaxia, proviene o no de un sitio en el que existe vida. La idea es colocar un espectrómetro especialmente calibrado en un telescopio, y sentarse a esperar que los fotones lleguen.
El secreto que permitiría utilizar esta técnica con éxito es, por supuesto, determinar exactamente la forma en que las moléculas presentes en los seres vivos polarizan los fotones. Esa información es crucial a la hora de crear una base de datos con la que cotejar cada fotón que se recoge en los sensores, para así saber si existen posibilidades de que haya impactado contra algo vivo. Al menos, "vivo" según nuestros parámetros.
Tenemos que crear sensores, similares a los tubos fotomultiplicadores que se utilizan en la actualidad, especializados en recoger fotones sin modificar en absolutamente nada su polarización. Esto es importante porque, de no hacerlo, estaríamos modificando su "firma", y tendríamos “falsos positivos” por toda la galaxia. Sin embargo, y a pesar de estas cuestiones, el método parece ser bastante bueno, y nos proporciona una nueva herramienta con la que observar sitios lejanos, a los que por ahora no podemos ni soñar con enviar una sonda robótica. Si Neill Reid y el resto de los investigadores tienen éxito, en un futuro lejano tal vez termine este juego de escondidas intergalácticas.