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«Ningún escocés verdadero», o cómo adoptar una falacia antes de admitir un error

Una falacia clásica, y muy usada

Ningún escocés

Uno de los aspectos más fascinantes (y frustrantes) del discurso político es la cantidad de agujeros que posee en promedio. En debates sobre seguridad y vigilancia, el famoso «nada que esconder» es verdaderamente cansino, pero los políticos también disfrutan mucho de la generalización. Ahora, cuando enfrentan evidencia contundente de que su generalización no funciona, lo que hacen es modificar la definición original recurriendo a factores como pureza e identidad. Estos casos se ven representados por la falacia del falso escocés, o simplemente «Ningún escocés verdadero».

La frase se remonta al año 1971, cuando el profesor Anthony Flew la utilizó en su texto «Introducción a la Filosofía Occidental», pero la cita más popular corresponde a su libro de 1975, «Thinking About Thinking»:

El párrafo describe a un tal Hamish McDonald, escocés, sentado mientras lee una copia del Glasgow Morning Herald. En ese periódico encuentra un artículo llamado «El Maniático Sexual de Brighton (Inglaterra) Ataca Otra Vez». Horrorizado, Hamish declara abiertamente que «ningún escocés haría semejante cosa». Sin embargo, al día siguiente descubre que el Herald publicó un artículo sobre un hombre de Aberdeen (Escocia), cuyas acciones espantosas hacen quedar al maniático de Brighton como un santo. La noticia prueba que Hamish se equivocó, pero en vez de reconocer eso, Hamish modifica su expresión original, diciendo «ningún escocés verdadero haría semejante cosa».



En esencia, lo que está haciendo Hamish es negar el sentido de pertenencia a ese criminal, ya que el hecho de haber cometido un crimen es suficiente evidencia para determinar que no era un «auténtico escocés» en primer lugar. Por supuesto, el razonamiento de Hamish es falaz, porque no existe ninguna premisa en la definición de «escocés» que vuelva imposibles o improbables a esos actos brutales. Bajo ciertas condiciones, la falacia es utilizada como una forma de descalificación retroactiva, separando a la acción y al individuo del grupo («¡si haces eso es porque nunca fuiste uno de nosotros desde el principio!»).



La falacia es muy común en los espacios religiosos. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de «verdaderos cristianos», «verdaderos musulmanes» o «verdaderos judíos»? Una apelación a la pureza como forma de protección frente a la posibilidad de estar equivocado.

En lo que se refiere a excepciones, todo depende de la calidad de la definición original, y su aplicación consistente. Un ejemplo frecuente cae en la expresión «ningún verdadero vegetariano se comería un bistec de cerdo»; La falacia no aplica porque la acción de consumir el bistec anularía la condición de vegetariano.



Escrito por Lisandro Pardo

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