La tecnología avanza tanto que pretende inmiscuirse en el cine por la puerta grande. Los estudios cinematográficos están investigando el punto "G" de las emociones humanas para aplicarlo al séptimo arte y rentabilizarlo al máximo. Con una técnica de neuroimagen quieren comprobar cómo reacciona el cerebro ante los estímulos positivos que una película puede ofrecer a los espectadores. Si consiguen aislar las escenas puntuales que mas "placer" generan se podría eliminar la "basura" fílmica restante y ofrecer una obra llena de intensas emociones, aunque eso reviente la narración y la historia.
El septimo arte se caracteriza por presentar una narración visual con una estructura teóricamente definida. Hay que presentar la historia, desarrollarla y terminarla, aunque para ello a veces haya que sacrificar la intensidad emocional. En la genialidad de los creadores está el hacerla más o menos interesante. Sin embargo, una nueva tendencia derivada del neuromarketing está tomando posiciones en el mundo de la industria del cine. La idea consiste en monitorizar el cerebro de una persona para saber exactamente cómo estimulan las películas una zona del cerebro que se encarga de las emociones. Por así decirlo, es la región que representa el punto "G" de las sensaciones emocionales. Una una empresa de San Diego, llamada MindSign Neuromarketing, es la que se va a encargar de observar cómo funciona este proceso.
Usarán avanzadas técnicas de neuroimagen llamadas Resonancia Magnética Funcional (fMRI) para verificar qué partes de la Amigdala cerebral se activan cuando un espectador está viendo una secuencia que le genera un alto componente emocional. De esta manera, podemos saber exactamente qué parte de la película le está gustando de verdad y ya no será necesario confiar en su palabra. Simplemente escaneamos su cerebro mientras visiona (por ejemplo) Instinto Básico y, seguramente, la Amígdala se pondrá a parpadear como loca cuando aparezca la escena del cruce de piernas. Con esta técnica, el director tiene garantizado el saber con precisión qué cosas son las que realmente interesan al espectador y, por tanto, diseñar una película que siga ese esquema. De esta forma le mantendrá en un tren de constantes emociones fuertes. El film, desde el punto de vista artístico, podrá ser un auténtico bodrio pero, si a la mayoría de personas les colocas unas secuencias que han demostrado ser altamente emotivas, la taquilla estará asegurada.
Yo me imagino que con esta técnica se acabará diseñando una especie de trailer de hora y media de duración o una secuencia conjunta de trailers sin conexión. Todo sea por estimular las emociones del espectador sin tener en cuenta la narración, ni el mensaje ni lo que se quiere contar o denunciar en una película que se precie de ser arte. Si esto se impone, estamos abocados a la idiotización completa. Siempre nos quedarán los libros (bueno, tampoco; si aplican esta técnica con ellos, estamos perdidos).