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Neurociencia militar

Resulta bastante complicado pensar en una tecnología que no tenga alguna aplicación en el campo militar. Y al revés: muchas de las que usamos diariamente, como Internet, provienen de alguna investigación original del ejército. La neurociencia no podía ser la excepción, y los militares ya se entusiasman con sus posibles aplicaciones bélicas.

El ejército estadounidense ha creado un comité para evaluar el potencial militar de la neurociencia. De hecho, esta misma semana se publicó un artículo creado por el Departamento de Defensa de los Estados unidos, con el sugestivo (y amplio)  título de “Neurociencia Cognitiva Emergente y las Tecnologías Relacionadas”. En este escrito se analizan todas las tecnologías que, potencialmente, podían ser útiles algún día al Departamento mencionado. Obviamente, un cerebro es algo muy útil, incluso para un militar. Por lo tanto, para organizar un poco la cantidad de ideas y aplicaciones posibles se dividieron los campos de estudio en cuatro grupos.

Lectura mental

El primero de ellos se encarga del desarrollo de todas las tecnologías que se relacionan con la lectura mental. Seguramente estas pensado que esto de intentar “leer” lo que otro esta pensando pertenece más al campo de los estafadores de feria que a la ciencia, pero te equivocas. La idea del ejército está más cerca de los nuevos modelos de mandos utilizados en los ordenadores personales que en la parapsicología. Básicamente, en este apartado se encuentran las tecnologías relacionadas con análisis  de modelos psicológicos e imágenes neurológicas que permitan determinar, por ejemplo, si una persona está mintiendo o no.

Por supuesto, como casi todo lo que pasa por los laboratorios del Departamento de Defensa, se trata de disciplinas que aún son totalmente experimentales, por lo que seguramente pasarán algunos años antes de que los prisioneros de Guantánamo “disfruten” de estas tecnologías.

Drogas militares

El segundo grupo de interés de relaciona con la posibilidad de desarrollar drogas capaces de proveer algún tipo de aumento cognitivo. Serían sumamente útiles en el campo de batalla, donde un soldado debe permanecer despierto y alerta durante varios días.  Y, ya puestos a pensar en drogas “milagrosas” (recordemos que en general las tropas no son precisamente un buen ejemplo de la iniciativa propia), también se plantean la creación de drogas que permitan dar fuerzas casi sobrehumanas a quienes las tomen. Algo así como la “stamina” de algunos juegos de ordenador, pero de verdad.

Por supuesto, drogas capaces de tener el efecto contrario, para utilizar en contra de los enemigos de turno, también son más que deseables. Si logran desarrollar algo que, aplicado en el agua o esparcido en el aire, destruya las habilidades físicas o mentales de las fuerzas enemigas, seguramente tomaran buena nota de la formula e intentarán llevarlas al campo de batalla.

Control Mental

El tercer grupo de tecnologías se enfocan en el control mental. Básicamente, todo aquello que pueda hacer de nuestro libre albedrío algo del pasado. El objetivo de máxima es conseguir un tipo de arma (de alguna manera hay que llamarla) que, por ejemplo, haga que la gente se comporte de formas que no son las normales. Una de las ideas en danza es la de lograr que nuestros ciudadanos nos crean cada vez que decimos algo, o que el enemigo sienta un miedo profundo que le impida operar con eficacia. Si, también creemos que esta gente mira mucha TV, pero seguramente algo de todo esto va a funcionar.

Cerebro-máquina

Y el cuarto apartado se refiere a las tecnologías que permitan conectar nuestros queridos cerebritos (o los de sus tropas, en realidad) a las máquinas. Ya que, como sabemos, el ejército va incorporando gradualmente mayores porcentajes de robots entre sus filas, no estaría nada mal poder hacer que los encargados de dirigirlos puedan hacerlo directamente con sus cerebros.

Repetimos, muchas de las ideas que están dando vuelta por los escritorios y laboratorios de estos científicos parecen bastante tomadas de los pelos. Sin embargo, y en parte gracias al abultado presupuesto que manejan, es casi seguro que alguna llegue a transformarse, en algunos años, en una realidad. Se nos plantea un futuro, como mínimo, inquietante.

Escrito por Ariel Palazzesi

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