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Nautilus, el primer submarino en pasar por el Polo Norte

El 5 de agosto de 1958 el submarino nuclear estadounidense “Nautilus” concluía su viaje bajo el hielo ártico, convirtiéndose en el primer navío sumergido en atravesar el Polo Norte. No solo se concretaba un viejo anhelo de los navegantes, sino que se conseguía una nueva “puerta trasera” para llegar sigilosamente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, país con el que EE.UU. se encontraba enfrentado en una enfermiza carrera armamentista nuclear.

Los primeros submarinos modernos utilizaban un motor diésel para generar la electricidad con la que luego podían hacer marchar los motores eléctricos que los impulsaban bajo el agua. Este sistema funcionaba bastante bien, pero tenia el inconveniente de obligar al submarino a acercarse periódicamente a la superficie para que se pudiese recoger el aire necesario para que los motores de combustión interna hiciesen su trabajo.

En tiempos de guerra esto suponía realmente una gran desventaja, ya que un submarino que se encuentra en la superficie está prácticamente desprotegido. Además, los motores diésel son lo suficientemente ruidosos como para que el enemigo pueda detectarlos desde una buena distancia, y exigen al navío transportar una gran reserva de combustible. Pero los adelantos realizados en el campo de la energía nuclear permitieron a un almirante de la marina de los EE.UU. terminar con estos problemas.

En 1946, Hyman Rickover era un joven capitán de la Marina. Decidió estudiar física nuclear, y rápidamente descubrió que no había grandes impedimentos para construir un submarino que fuese impulsado por un moderno y pequeño reactor nuclear. En realidad, parece que la idea de utilizar energía atómica para hacer marchar a los submarinos había sido de su compatriota Philip Albelson, pero Rickover fue el que más duro trabajó para convertirla en realidad. Cuando expuso su idea en el ámbito de la Marina, buena parte de sus compañeros dudaron de su objetivo. Los reactores de la época eran básicamente una pila de uranio y grafito rodeadas por un contenedor de hormigón que ocupaban un par de hectáreas. Intentar meter algo como eso dentro de un submarino era a todas luces una idea ridícula, y durante años sus superiores se encargaron de dejárselo bien en claro cada vez que podían.

Pero, lejos de rendirse, Rickover trabajó duro hasta convertirse en el jefe de la División de Energía Nuclear de la Oficina de Barcos de la Marina y -al mismo tiempo- jefe de la rama de reactores navales de la Comisión de Energía Atómica. Estos cargos le convirtieron automáticamente en su propio jefe, por lo que pudo poner en marcha su proyecto y en enero de 1954 -superadas todas las dificultades- se construyó el primer submarino de propulsión nuclear del mundo, bautizado “Nautilus” como un homenaje a Julio Verne, el autor de “20.000 leguas de viaje submarino”. Al año siguiente, con el número de casco SSN-571 pintado en color blanco, fue botado y navegó por primera vez.

Impulsado por un reactor de agua a presión fabricado por la Westinghouse Electric Corporation, el Nautilus mide unos 97.5 metros de largo, 8.5 metros de manga y 7.9 metros de calado. Está equipado con 6 tubos lanza torpedos, pesa más de 3.000 toneladas y su tripulación normal -cuando estaba operativo- la integraban 13 oficiales y 92 tripulantes. ¿Que podía hacer este navío por la Marina? En primer lugar, su motor nuclear -que no necesitaba del aire fresco para funcionar- le permitía permanecer sumergido durante meses, sin necesidad de asomar su nariz fuera del agua.

Luego estaba el tema del ruido: los motores diésel eran cosa del pasado, y los submarinos nucleares podrían -por fin- pasar desapercibidos por las flotas navales enemigas. Además, su velocidad era superior a la del resto de los submarinos disponibles. Gracias al tesón de Rickover, su país tenía una gran ventaja en la guerra en el mar. En 1957, haciendo honor a su nombre, el Nautilus hizo realidad el sueño de Verne, viajando sumergido 60.000 millas marinas, una distancia igual a las 20.000 leguas (o 111.100 kilómetros) del título de su famosa novela. Lejos de dormirse sobre los laureles conseguidos, los responsables del submarino se propusieron una nueva meta: intentar cruzar por debajo de los hielos eternos que flotan sobre el Polo Norte. Para cumplir este objetivo, la nave zarpó desde Pearl Harbor rumbo al Polo, dando comienzo a la Operation Sunshine.

Con 116 hombres a bordo (incluidos cuatro científicos especialmente elegidos para este viaje) y comandado por William Anderson, el Nautilus tendría que viajar más de 1600 kilómetros por debajo de la capa de hielo del Ártico para alcanzar el Polo Norte. Luego de atravesar el estrecho de Bering, el submarino se sumergió hasta los 150 metros y comenzó a navegar debajo de una capa de entre 3 y 15 metros de hielo sólido. El 3 de agosto, Anderson se dirigió a su tripulación utilizando el sistema de comunicaciones de la nave:

Atención. Os habla vuestro comandante. Dentro de pocos instantes, el Nautilus alcanzará un objetivo largo tiempo ambicionado por la Humanidad: llegar con un barco al Polo Norte geográfico. Si la Providencia nos sigue ayudando como hasta ahora, dentro de dos días conseguiremos otro objetivo de mayor significación histórica aún: la conclusión de una rápida travesía polar desde el Océano Pacífico al Océano Atlántico. En este momento estamos a cuatro décimas de milla del Polo Norte. Mientras nos vamos aproximando, guardaremos unos minutos de silencio dando gracias a Dios por habernos permitido realizar con éxito tan extraordinario viaje. Roguemos por la paz del mundo y recordemos a aquellos que nos han precedido con el triunfo o con el fracaso.

Minutos más tarde, los hurras de la tripulación resonaron por todo el barco, cuando los instrumentos confirmaron que acababan de pasar por el punto de los 90º latitud Norte.

Era la primera vez que tantos hombres alcanzaban el Polo Norte. Y la primera vez que se cruzaba al Atlántico por una ruta diferente al Canal de Panamá o el Cabo de Hornos. El trabajo de Hyman Rickover habia hecho posible que un submarino pudiese utilizar la ruta que iba desde el estrecho de Bering hasta Groenlandia por debajo del hielo, proporcionando una ventaja táctica a la Marina estadounidense. Por supuesto, pocos años después los rusos desarrollarían sus propios submarinos nucleares y la balanza de la Guerra Fría volvería a estar equilibrada, obligando a ambos bandos a seguir desarrollando nuevas tecnologías.

Luego de 25 años de servicio, en 1980 el Nautilus fue puesto fuera de servicio y desde 20 de mayo de 1982 es un lugar histórico. Funciona como museo, amarrado en la Naval Submarine Base New London en la ciudad de Groton (Connecticut), y más de 250.000 visitantes lo recorren cada año.

Escrito por Ariel Palazzesi

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