El satélite OCO (Orbiting Carbon Observatory) tuvo una vida muy corta. Diseñado especialmente para investigar los gases de efecto invernadero y con un costo cercano a los 213 millones de euros, no logró desprenderse de unos de los recubrimientos que lo protegen durante su viaje al espacio y cayó en el océano, cerca de la Antártida.
La NASA había puesto mucho entusiasmo en el lanzamiento del satélite Orbiting Carbon Observatory (OCO, u Observatorio Orbital de Carbono), ya que había sido diseñado específicamente para examinar las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera, uno de los gases más contaminantes y que, según la mayoría de los expertos, es responsable del cambio climático. Se había previsto que la sonda efectuase mediciones de la atmósfera de la Tierra cada 16 días durante dos años, enviando a la NASA información precisa sobre la localización de los depósitos de gas en la atmósfera. Pero todo ha quedado en la nada culpa de un desperfecto mecánico que hizo que el satélite se desplome al océano.
OCO viajaba a bordo de un cohete Taurus XL. Había despegado en la madrugada de ayer desde la base aérea Vandenberg (California), pero nunca pudo llegar a la órbita prevista. En lugar de ello, y debido al exceso de peso que representaban los escudos protectores que no lograron separarse del cohete, OCO no superó los 705 kilómetros de altura. “El vehículo no tuvo suficiente impulso para alcanzar la órbita y cayó en el océano, cerca de la Antártida”, informó John Brunschwyler, responsable del programa Taurus.
El satélite, de 441 kilos, era el primero que se diseñaba específicamente para medir el impacto de las emisiones (naturales y artificiales) de CO2 a la atmósfera. Estaba equipado con un espectrómetro de tres canales que habría permitido la elaboración de mapas muy precisos sobre cómo se concentra ese gas en la atmósfera. OCO es (o era) el primero de un conjunto de satélites de observación atmosférica que la NASA denomina "Tren A", pensados para obtener imágenes tridimensionales de los cambios climáticos y meteorológicos. El 23 de enero, Japón lanzó el satélite "Ibuki" el que, junto con otros que ya están en órbita, podrían compensar la pérdida del OCO.
"El lanzamiento no tuvo complicaciones", afirmó Alan Buis, vocero del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadera. Pero cuando el ascenso estaba bastante avanzado se detectó un problema con la cubierta protectora del satélite, que no se desprendió al salir de la atmósfera. "Estamos seguros de que el cohete no voló sobre tierra y que cayó cerca de la Antártida", afirmó Brunschwyler. Aunque ya se habían hecho 56 vuelos de prueba previos con este modelo de cohete, esta era la primera misión en que la NASA utilizaba sus servicios. “Todo nuestro equipo está tremendamente decepcionado", confesó Brunschwyler. El Orbiting Carbon Observatory había costado 213 millones de euros, y debía dar una vuelta a la Tierra cada 99 minutos. En lugar de ello, se encuentra en el fondo del mar. Esta vez, no hizo siquiera falta que otro satélite lo chocase para derribarlo.