El instrumento que le ha dado forma y épica a la carrera de miles de músicos y que todavía despierta pasiones tan encontradas como pasionales, ahora tiene por fin una representante en el mundo en miniatura creado en los laboratorios de nanotecnología. Se trata de una guitarra de 10 micrones de tamaño que puede ser tocada mediante un laser que calcula el rastro acústico con estructuras nanotecnológicas, y aunque todavía no se puede oír el sonido resultante, a muchos ya les parece una gran serenata a la tecnología y a los records, ya que esta se constituye en el instrumento más pequeño del mundo.
¿Qué sería del rock sin una guitarra? ¿Y si Jimmy Hendrix hubiera tocado el piano? ¿Alguien se imagina lo aburrido que sería imitar en el aire el solo de Purple Haze? Por suerte la historia ha sido otra y la guitarra es el centro neurálgico del rock desde, por lo menos, los años 50. Pero no esta vez no nos reunimos alrededor del fogón para hacer cantarle a la contrahistoria de la guitarra, sino porque nos hemos visto sacudidos del asombro cuando nos enteramos de la finalización del instrumento más pequeño del mundo: una nanoguitarra que emula desde su diseño a la inigualable Gibson Flying V, modelo con el que Jimi Hendrix o Kirk Hammett volaron algunos sesos en su tiempo.
La guitarra creada en los laboratorios de la Universidad de Cornell tiene un tamaño de 10 micrones, que vendrían a ser la millonésima parte de un metro. Tamaño que algunos sitios ya compararon con el de un glóbulo rojo en pos de graficar la situación. Como toda guitarra convencional, esta nanoguitarra cuenta con seis cuerdas que miden, cada una, sólo 100 átomos de ancho. Un número que de tan escaso produce preguntas sobre cómo será tocada, y el problema parece estar resuelto a través de unos lasers minúsculos que con mucha delicadeza rasgan las cuerdas modulando patrones de luz y produciendo un sonido que resulta imperceptible para los humanos.
Esto es así debido a que las cuerdas con las que está dotado el instrumento más pequeño del mundo vibran con una frecuencia que se sitúa 17 octavas más arriba que las que se ven y sienten en una guitarra de tamaño humano. El resultado son sonidos 130.000 veces más agudos, por lo que sobrepasa ampliamente nuestra barrera auditiva. El laser empleado para tocar una melodía para los mosquitos es ayudado por un ordenador que calcula exactamente la precisión y el movimiento que se tendrá que producir para una determinada nota, utilizando nanoestructuras eléctricas para modular la intensidad de los diminutos rayos laser de manera individual. Un avance a tener en cuenta para los años venideros en nanotecnología aplicada.
Los científicos no lo han logrado en un solo intento, ya que la primera versión de esta nanoguitarra había nacido en 1997, cuando la Universidad de Cornell ideó el proyecto, pero el resultado fue una guitarra que podría pasear por tu torrente sanguíneo pero que no pudo ser “tocada”. Como dijimos, la nanoguitarra no puede ser escuchada, pero en los laboratorios se sigue buscando la manera de amplificar el sonido y dicen que cuando esté pronto no lo harán saber con algunos acordes.