Así como cuando tiempo después del atentado a las Torres Gemelas pudimos saber de la fabricación de paracaídas ejecutivos que estaban preparados para quienes en un último momento de desesperación tenían que saltar de un rascacielos en llamas, la masacre de la escuela primaria de Connecticut en Estados Unidos, generó una nicho comercial impensado; el de las mochilas a prueba de balas. Una excusa perfecta, un diseño específico para el mercado norteamericano con fabricación latina y el papel de los medios en el trato de las estadísticas de violencia y en la generación de paranoias aterradoras.
A pesar de lo que muestran los medios masivos de comunicación, la cantidad de crímenes violentos en los Estados Unidos ha descendido considerablemente, hasta un 15%, según lo muestran las estadísticas nacionales del propio FBI. Sin embargo, las formas de presentar las noticias, repetirlas y hacer editoriales sobre ellas han alimentado al ya por defecto paranoico sentido común, dando la idea de que, tanto en EEUU como en todo el mundo, vivimos en una distopía hiper violenta que cada día se agrava más.
Como ciudadanos comunes y con actividades e intereses no abocados a estas áreas de la estadística, la información que se escucha, se mira y se lee conforma nuestra opinión, que está modelada a gusto de la agenda periodística y política de turno. Este sentido común es muy volátil y susceptible, por lo que cuando un hecho como el de la masacre de Connecticut se reproduce en todos los medios posibles, la paranoia y el miedo escalan, generando preocupación y alimentando a esa sensación exagerada de caos, que tiende a igualar tragedias particulares y poco frecuentes con casos de la realidad cotidiana. Esto, aprovechado por los mercaderes del miedo, genera ideologías y opiniones, y también negocios como el de las mochilas a prueba de balas en Estados Unidos.
Llenas de colores, con diseños que podrían pasar desapercibidos ante las de los demás niños, estas mochilas, bolsos y morrales tienen la característica especial de ser a prueba de balas. Construidas por Miguel Caballero en Bogota, Colombia, estas mochilas tienen un chaleco antibalas profesionalmente probado para que las municiones de pistolas, escopetas y rifles no las traspasen. Como se puede imaginar cualquiera con un poco de información, las mochilas a prueba de balas están inspiradas en la triste masacre de la escuela elemental Sandy Hook en Newton, Connecticut, donde murieron 27 personas, y en estas, 20 niños de entre 7 y 9 años.
Según el dueño de la fábrica de estas mochilas con chalecos antibalas de kevlar de alta resistencia, la “idea” le vino a la mente sólo luego de recibir correos electrónicos de clientes preocupados por llevar a sus hijos a la escuela, ya que en cualquier momento les podría suceder lo mismo que a los niños del pequeño pueblo norteño de Estados Unidos. Por esto mismo es que el señor Caballero indicó que el mercado al cual está apuntado este nuevo producto es al estadounidense, y que no se harán modelos para ningún otro lugar por el momento. Añadió también que el primer envío está a cargo de un distribuidor del país objetivo y que su comercialización comenzará pronto, aunque no se mencionan precios ni modelos. ¿Qué opinas de la tecnología detrás de estos productos y de los acontencimientos que impulsan su comercialización? ¿Imaginas un futuro altamente violento donde todos usemos ropa blindada? Cuéntanos tus ideas.