Exactamente dos semanas atrás anticipamos que la gente de Xbox Entertainment estaba preparando un documental con el objetivo de confirmar o descartar definitivamente el mito que rodea a los miles de cartuchos de E.T. enterrados en un vertedero de Nuevo México. Después de varios momentos cargados de nerviosismo, sucedió lo que todos queríamos ver: Cartuchos y catálogos de Atari 2600 comenzaron a aparecer entre la basura…
Los mundos de la informática y los videojuegos están repletos de mitos. Niveles ocultos, encuentros extraños, pactos secretos y fracasos no documentados se han acumulado a través de los años, independientemente de las pruebas para confirmar o negar a cada uno de ellos. Uno que nos ha acompañado durante más de treinta años es el de los cartuchos de E.T. arrojados en un vertedero de Nuevo México. Fueron muchas las razones por las que E.T. se convirtió en el peor videojuego de la historia, y aunque parezca mentira, el contenido del juego resultó ser apenas una.
La desesperación por explotar una franquicia popular, un proceso de negociación convertido en carnicería, 125 millones de dólares incinerados y cinco semanas y media para desarrollarlo crearon el cóctel perfecto que ayudó a arruinar una industria entera. Los videojuegos eran jóvenes, y una buena parte de la población los miraba con desdén. El hecho de que la película más taquillera de ese momento se transformara en un fracaso estrepitoso sobre el Atari 2600, sumado a otro fiasco de alto calibre como fue el port del Pac-Man, pulverizó cualquier aspecto positivo.
Pergaminos oscuros y consumidos por el tiempo (¿?) indican que Atari había quedado más allá de cualquier control de daños, y decidió enviar un total de catorce camiones repletos de cartuchos sin vender (otras fuentes dicen 20) a un vertedero ubicado en Alamogordo, Nuevo México. Esto fue documentado por algunos elementos de la prensa, incluyendo al New York Times, con un artículo del 28 septiembre de 1983. Atari había perdido más de 300 millones de dólares en el segundo trimestre de ese año, al mismo tiempo que otras compañías salían eyectadas del mercado, multiplicando los procesos de bancarrota.
Las décadas pasaron, el mundo de los videojuegos se puso de pie una vez más, y la historia de los cartuchos de E.T. fue cambiando. Los catorce camiones se convirtieron en millones de cartuchos, luego se sumaron consolas y hardware experimental, e inevitablemente, la historia pasó a ser leyenda. Si hay algo que podemos decir sobre este siglo, es que tiene cierta habilidad para desenmascarar mitos, especialmente si se puede acoplar un documental al proceso. Con ese objetivo en mente, Xbox Entertainment, Fuel Entertainment, oficiales de Alamogordo, arqueólogos, y unos 200 residentes fueron a buscar la verdad definitiva: ¿Hay cartuchos de E.T. en el desierto de Nuevo México?
La excavación comenzó en la mañana del sábado pasado. Aunque el entusiasmo era palpable, a las pocas horas varios de los presentes se retiraron, algo lógico si tenemos en cuenta que no deja de ser un vertedero en el desierto, con viento, polvo y mal olor. Sólo quedaban periodistas junto con poco más de una docena de personas cuando el primer cartucho apareció, y para alegría de todos, era de E.T., con caja incluida. Habían encontrado el lugar ideal: Durante poco más de tres horas, los participantes siguieron retirando material vinculado a Atari de la basura, y lo cierto es que E.T. no estaba solo. Algo que recibió especial atención fue un cartucho de Centipede, aplastado pero aún envuelto en su paquete original, catálogos de juegos, y publicidad de Raiders of the Lost Ark, la primera adaptación de película a videojuego de la historia, creada por el mismo programador de E.T., Howard Scott Warshaw (uno de los que estuvo en la excavación). Bien entrada la tarde, los participantes habían llenado más de media docena de baldes con “lo más interesante” que hallaron.
Dos hombres en la excavación estaban completamente convencidos de que encontrarían a los cartuchos. Uno es Armando Ortega, un oficial de la ciudad que ahora tiene 43 años. Cuando era niño, él y dos amigos ingresaron de noche al vertedero para ver si Atari realmente había tirado a la basura videojuegos. Ortega y sus amigos no sólo encontraron los cartuchos, sino que tomaron varios de títulos como Pac-Man y Baseball (además del propio E.T.), los cuales estaban funcionando. El segundo hombre es James Heller, uno de los administradores de Atari en aquella época. De acuerdo a su declaración, había recibido la tarea de encontrar una manera “económica” para deshacerse de 728 mil cartuchos guardados en un depósito de El Paso, Texas. Después de atender algunas llamadas de la prensa local preguntando por niños que se metieron en problemas debido a sus apariciones en el vertedero buscando cartuchos, Heller dio la orden de cubrir los juegos con una capa de hormigón.
A pesar de la cantidad que reveló Heller, no hay manera precisa de estimar cuántos juegos quedan enterrados en el vertedero. Por cuestiones legales, la zona debió ser despejada el domingo, después de que cubrieran el pozo (que llegó a los nueve metros). Podrá parecer extraño, pero el material extraído pertenece a la ciudad de Alamogordo, y el acuerdo incluye entregar a los participantes 250 cartuchos o el 10 por ciento del total (lo que sea más grande), aunque imagino que conservarán en secreto el número exacto para presentarlo en el documental. Ahora, ya sabemos lo que va a suceder.
La leyenda va a ser reconfigurada como conspiración, y no faltarán aquellos con la idea de que Microsoft plantó los cartuchos con la intención de obtener publicidad. No vamos a negar que la operación tuvo un movimiento mediático mucho más amplio de lo que se calculaba (la alcaldesa de Alamogordo Susie Galea, espera que atraiga más turistas), pero el número de presentes y la cantidad de imágenes están en un nivel que debería despejar cualquier duda. Por lo tanto, vamos a tomar el mito como cierto: Atari enterró a E.T. en el desierto de Nuevo México, luego de que su “visión” sobre la franquicia le explotara en la cara. En lo personal, estoy feliz de que encontraran cartuchos, y un poco asombrado de lo locos que estamos (en el buen sentido) quienes fuimos expuestos al mundo de los videojuegos. Después de todo, ¿quién más se arrojaría al desierto con una pala mecánica para desenterrar una montaña de basura que lleva tres décadas allí?