Sí, lo que dice el título. En un documento que combina las fuerzas de Microsoft Research y la Universidad de Rochester, encontramos un sostén inteligente equipado con sensores, el cual registra el estado emocional de la mujer que lo está usando, y le indica si es un buen momento para impedir o detener su ataque al refrigerador…
Para algunos es “angustia oral”. Un término más formal sería “ingesta emocional”, pero ya sabemos de qué se trata: Una dama o un caballero cae en un pozo depresivo por (inserte razón aquí) y el refrigerador se convierte en su válvula de escape. Cualquiera puede tener un disgusto y decidir comer un pote de helado para sentirse mejor, pero si se repite con cierta frecuencia, ese comportamiento podría ser muy dañino. Un documento publicado por Microsoft Research y la Universidad de Rochester describe a la alimentación no sólo como un proceso para incorporar nutrientes, sino también para satisfacer ciertos hábitos y estados emocionales. Aparentemente, el objetivo de este estudio es explorar un método de soporte que aplique cierta modificación del comportamiento, al momento en el que se manifiesta la ingesta emocional antes mencionada. La aproximación para este método es ciertamente tecnológica, y la idea de “dispositivo” es nada menos que un sostén inteligente.
El sostén está equipado con una tarjeta basada en un procesador MSP-430 de Texas Instruments, que utiliza una batería de litio de 3,7 voltios como fuente de energía, además de varios sensores. La tarjeta fue configurada para registrar datos biométricos como el ritmo cardíaco, la respiración y la conductividad de la piel, esto en adición a los reportes de las participantes en una aplicación móvil dedicada. El formato de sostén está directamente asociado a la distancia entre los sensores y el corazón. En el estudio se explica que trataron de crear un equivalente en ropa interior para hombres, pero los resultados fueron mucho menos satisfactorios. Otro problema presente en los prototipos fue la duración de la batería, y las participantes debieron cargar el sostén cada tres o cuatro horas. Imagino que no va a faltar quien acuse a todo este estudio de misógino (más allá de las buenas intenciones), pero de todos modos, la pregunta queda instalada: ¿Puede la tecnología corregir un comportamiento de este tipo?