Si alguna vez has escuchado de Jeb Corliss, entonces no queda otra opción más que rendirse ante sus hazañas y ver boquiabiertos todo lo que ha logrado. Pero si nunca has escuchado hablar de él, he aquí una pequeña biografía con algunos de sus saltos más importantes y otras historias relevantes en la vida de este hombre que parece no saber lo que es el miedo. Desde 1997 se ha dedicado a hacer salto BASE, paracaidismo y, sobre todas las cosas, salto con traje aéreo, donde sobrevuela montañas y puntos de referencia a casi 200 kilómetros por hora.
Afortunadamente, en este mundo hay muchas personas que se hacen un nombre por cuenta propia. Por habilidad, talento o simplemente ingenio. Y Jeb Corliss es una de esas personas, que nacieron con un objetivo específico y deslumbran al mundo con sus hazañas. Para quien nunca haya escuchado hablar de este estadounidense de 34 años, es un especialista en salto BASE, paracaidismo y traje aéreo, un tipo de paracaidismo en el que se utiliza un traje especial para crear resistencia contra el aire y planear a una velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora.
Según explica el mismo Jeb Corliss, tuvo una infancia muy problemática, lo que le hizo desarrollar una necesidad patológica de enfrentar sus temores. Y no tardó en encontrar cómo enfrentarlos, ya que en 1997, a la edad de 21 años, llevó a cabo su primer salto BASE. De allí en más no se detuvo en ningún momento por voluntad propia, pero claro, este oficio en particular tiene gajes especiales. Y Corliss debió enfrentarlos como cualquier otro. En 1999, a tan solo dos años de haber comenzado, salió disparado hacia una catarata en África y se rompió varias costillas y la espalda en tres secciones diferentes.
Este accidente lo tuvo en un hospital por varios meses, pero ni bien estuvo en estado volvió a enfrentar sus miedos. Sin embargo, nada lo prepararía para la tragedia que le seguiría. En 2003, él y su colega y amigo, Dwain Weston, querían convertirse en el primer dúo en volar simultáneamente sobre y por debajo del puente colgante más grande de Colorado. Aunque ambos estaban utilizando trajes aéreos, por alguna razón Weston se estrelló contra el puente, muriendo instantáneamente frente a los ojos de Corliss.
Hoy, Jeb Corliss tiene números increíbles, con 1.000 saltos en cinco continentes. Y aunque ha hecho de todo en su vida, hoy en día se dedica más que nada a volar con el traje aéreo. Y todo se lo debe al mismo Wingsuit, un traje que incorpora membranas entre los brazos, el tronco y las piernas. Una vez que salta del avión y se estabiliza, debe abrir los brazos y piernas para que el traje hinche sus alas y cree resistencia contra el aire, lo que le permite controlar la dirección y velocidad. El diseño también incorpora un paracaídas para ser abierto a una altura particular, lo que le permite aterrizar. En algunos casos ha utilizado trajes con jets incluidos en la zona de los pies, para mantener un vuelo horizontal por más tiempo, pero este diseño aún se considera que está en etapa experimental.
Entre algunos de sus logros más recordados, se puede mencionar que ha realizado saltos desde varios puntos populares del mundo, como la Torre Eiffel, las Torres Petronas, la Space Needle de Seattle y ha sobrevolado el Cristo Redentor de Río de Janeiro. También intentó saltar desde la torre de observación del Empire State, pero la seguridad del edificio lo detuvo antes de hacerlo y lo llevaron a juicio. El resultado fueron 100 horas de servicio comunitario, que luego fueron canceladas porque “tenía la experiencia y el cuidado suficiente para saltar del edificio sin poner en peligro su vida o la de cualquier otra persona.” Eso sí, no puede volver a poner un pie en el Empire State.
Sin embargo, su vuelo más peligroso y famoso no llegaría hasta cuando decidiera enfrentar al Cervino, la montaña más conocida de los Alpes por su espectacular forma de pirámide, localizada en la frontera entre Suiza e Italia. Como en Estados Unidos es ilegal descender cerca de una montaña con traje aéreo, Corliss se dirigió a Europa para llevar a cabo algunos entrenamientos. Luego de semanas de preparación, el entrenamiento final fue el Monte Brento, que tiene muy mala reputación luego de cobrar la vida de seis saltadores BASE en cinco años. Y a Corliss no le fue fácil, ya que terminó cayendo sobre unos árboles y rompiéndose la mano izquierda.
Por supuesto, eso no evitó que haga el salto sobre la montaña Cervino y, aunque por la mayor parte se mantuvo a solo a tres metros de la superficie, logró atravesarlo sin grandes problemas. Al caer, admitió que estuvo mucho más cerca de la montaña de lo que había planeado y, que por un momento temió por su vida, pero logró contener el miedo y mantener la calma necesaria para esquivar los obstáculos. Luego, se refirió a ese salto como el mejor de su vida, “sin duda alguna.” Puedes ver la hazaña en su totalidad, desde varios ángulos increíbles, justo debajo del próximo párrafo.
Luego de pasar sobre el Cervino, los objetivos parecían terminarse, pero para el futuro, Corliss tiene aún más misiones que cumplir. Hasta el momento, es decir luego del Cervino, su objetivo más importante es convertirse en la primera persona que salta desde un avión y aterriza sin la necesidad de un paracaídas. Ese proyecto, (que él llama Wingsuit Landing Project. Volar, aterrizar y vivir para contar la historia) está en pausa momentáneamente por problemas económicos, ya que necesita alcanzar la cifra de 3 millones de dólares para pagar el dispositivo ideado para facilitar el aterrizaje. Y aunque su diseño se mantiene en secreto, se sabe que será construido por ex integrantes de la NASA.
Sin dudas hay muchos como Jeb Corliss, pero él es especialmente bueno en lo que hace. Solo muy pocos se animan a planear a 200 kilómetros por hora sin morir horriblemente en el intento y Corliss es uno de ellos. El otro podría ser el noruego de 44 años, Hans Lange, quien de la misma manera que Corliss, se ha hecho un nombre por hacer locuras como estas. Muchos han dicho que Corliss no sabe lo que es el miedo, pero nadie mejor que él puede explicarlo: “Me he vuelto bastante bueno a la hora de tratar con el miedo, pero sentarse frente al juez… fue un miedo completamente diferente, porque podrían haberme quitado mi libertad.”