Hace pocos días una serie de pruebas llevadas a cabo por Toshiba y científicos de la Universidad de Stanford ha dado como resultado circuitos integrados cuyos transistores se comunicaban por nanotubos de carbono a velocidades de hasta 1 gigahertz
De la Ley de Moore ya te hemos hablado más de una vez, y es tan conocida que no vale la pena repetirla. Y ya que la conoces sabrás que el gran problema que tiene esa Ley es…poder seguir manteniéndola.
Es que al nivel de miniaturización que se está llegando, construir chips que dupliquen su cantidad de transistores se está volviendo muy difícil, tanto que el propio Gordon Moore ha predicho que a su Ley le quedan unos 15 años de vida.
Por ello la industria busca desesperadamente nuevas formas de comunicación eléctrica entre componentes, para poder seguir aumentando el número de transistores que componen los microprocesadores de nuestros ordenadores, móviles y dispositivos.
Claro que eso supone un problema importante, que es el de lograr la conductividad eléctrica sin comprometer la integridad de los circuitos, y sin que estos disipen demasiado calor, pero con las tecnologías actuales basadas en cobre se está llegando a un límite físico. Tanto de aislación como de velocidad, ya que al hacer los conductos de cobre tan delgados para minimizar el espacio a este ritmo pronto no podrán transmitir datos.
Por ello la gran esperanza para la industria ha estado puesta desde hace tiempo en los nanotubos de carbono, pero por más que la teoría parece avalarlos hasta ahora nadie había logrado demostrar su funcionalidad en el desarrollo de chips. Hasta que se juntaron un grupo de científicos de la Universidad de Stanford y otros de los laboratorios de Toshiba, y lo lograron: fabricaron un arreglo de 256 circuitos comunmente denominado “osciladores de anillo” y utilizado para probar la velocidad de los chips que se fabrican.
Y lo hicieron, “empaquetando” 11.000 transistores en un tamaño de menos de 1/100 de pulgada cuadrada, lo que es igual a 0,064516 cm2. ¿Pequeño verdad? Luego lo probaron, y los resultados fueron más que positivos: 19 de los osciladores funcionaron bien, y la máxima velocidad alcanzada fue de 1,02 gigahertz. En los demás, la velocidad fue de 800 megahertz, lo cual es apenas superior a la velocidad que tienen los actuales chips en el iPhone, y unas 3 o 4 veces menos que las velocidades que manejan los chips de ordenador actuales.
Pero lo importante de este hito es que se trata de la primera vez que se pasa de la teoría a la construcción de un chip de altas velocidades basado en nanotubos de carbono. Por ahora el reducido tamaño que han logrado es muy alentador de cara al futuro, y permite soñar con ordenadores más veloces, pequeños, que consuman menos energía y liberen menos calor
¿No pedimos mucho verdad? Ah, por cierto, también queremos que sean baratos.