Un estudio estadístico que ha tomado datos del Índice de Paz Global 2009, ha concluido que cuánto menos religiosa es una nación más tendencia pacífica muestra. La investigación confirma las sospechas que muchos sociólogos manejan aunque también es cierto que las variables escogidas son complejas y difíciles de objetivar. De todos modos, tampoco sorprenden las conclusiones a que han llegado con este estudio ¿A vosotros sí?
Aunque la mayoría de las religiones basan su doctrina en el amor y en paz, a la hora de la verdad parece ser que consiguen justo lo contrario de lo que pretenden. Cuando pensamos en casi cualquier religión nos vienen a la mente las enormes atrocidades que se han cometido en su nombre. Si nos fijamos en el cristianismo, aparece la figura de la Inquisición y su monumental barbarie. Si rememoramos el pasado medieval surgen en nuestra cabeza las sangrientas batallas por la cruz y la guerra santa. Si pensamos en el islamismo rápidamente lo relacionamos con atentados y sesgo de los derechos humanos tales como las lapidaciones y todo tipo de injusticias infrahumanas que se dan a causa del fanatismo religioso. En nuestra historia colectiva, las religiones siempre se presentan envueltas en un ropaje de violencia, represión y falta de libertad que continúa hasta nuestros días. Sin embargo, cuando pensamos en países tranquilos, pacíficos y avanzados, como Noruega, Dinamarca o Nueva Zelanda surge en nuestra mente el prototipo de personas socialmente avanzadas, democráticas y poco religiosas.
Tomando datos de una lista de países que se clasifican según su ranking de pacifismo y obtenido del Índice de Paz Global 2009 se ha llegado a la conclusión estadística de que los países menos religiosos son los más proclives a vivir en paz. Y viceversa, que las naciones donde existe mayor índice de religiosidad, existe una mayor predisposición a la violencia. Para realizar el estudio se tomaron en consideración más de 23 criterios de cada nación, que incluyen guerras en el extranjero, respeto para los derechos humanos, conflictos internos, la cantidad anual de asesinatos, el comercio de armas, la cantidad de personas en cárceles, y los niveles de democracia. La significación estadística del dato resulta apabullante (P=0.0001) y no puede achacarse a una casualidad. Los números lo dicen bien claro y bien alto: Los ateos prefieren la paz. Y por ende, el mito de que la secularización del estado lleva al caos es completamente falso.