Así lo ha sentenciado un juez de Nueva York, que pone fin a la polémica sobre la potestad de inscribir genes humanos en una oficina de patentes y tener que pagar por usarlos en investigaciones. Este fallo puede ser recurrido a una instancia jurídica superior, por tanto, todavía no hay nada seguro en el tema, pero al menos, se ha puesto un poco de cordura en esta carrera loca por patentar todo lo que se ponga a tiro de cualquier empresa, aunque sea la propia esencia humana.
La empresa Myriad Genetics descubrió en 1993 que ciertas mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2 estaban asociadas a mayor riesgo de cáncer de mama y de ovario. Rápidamente acudió a la oficina de patentes para asegurarse la propiedad intelectual de este descubrimiento de forma que cualquiera que pretendiera realizar test genéticos sobre estos elementos, debería pasar antes por caja o incluso no tendría permiso para hacerlos, a no ser que sus propietarios lo autorizaran. La consecuencia de este monopolio de facto se traduce en unos precios desorbitados para los test genéticos que esta empresa cobraba a 3.500 dólares si una madre quería saber si tenía riesgo de cáncer de mama o de ovario.
Esta inusual situación fue denunciada a los juzgados estadounidenses el año pasado por las asociaciones ACLU (American Civil Liberties Union) y la PUBPAT (Public Patent Foundation). Doce meses después, el juez Robert Sweet del distrito sur de Nueva York dictaminó que “la identificación de las secuencias del BRCA1 y BRCA2 es un hito científico de un valor incuestionable por el que Myriad merece reconocimiento, pero esto no implica que sea algo sobre lo que puedan poseer una patente”. Argumenta el magistrado que dichos genes “son productos de la naturaleza, no invenciones, y por tanto no pueden estar sujetos a las leyes de propiedad intelectual”. Y concluye con una contundente sentencia final: "La purificación de un producto natural, sin más, no puede transformarse en una patente. Y como el ADN aislado no es diferente del ADN en estado natural, no es patentable”.
Esta decisión podría sentar un precedente y tener consecuencias importantes en el campo de la medicina, la investigación científica, y la industria biotecnológica. El 20% de genes humanos que de momento se conocen están protegidos por cerca de 2.000 patentes genéticas que impiden a muchos científicos investigar sobre ellos, o incluirlos en sus tests para saber qué fármacos funcionan mejor en un determinado grupo de pacientes. Esta sentencia podría revolucionar la manera de gestionar las patentes de genes humanos puesto que las anula por completo y deja abierta la vía judicial para terminar de convertir la investigación genética en un campo abierto y sin limitaciones empresariales. Este conocimiento fundamental sobre el ser humano no debe limitarse al control del interés comercial privado y gracias a este juez, existe una oportunidad para que la medicina genética no se convierta en un negocio restringido a los más pudientes.