¿Cómo te suena tener un registro visual y auditivo de cada segundo de tu vida? A través del tiempo, los avances tecnológicos han ido modificando nuestra forma de vida, respondiendo a nuestros deseos y necesidades. El aumento de la capacidad de almacenamiento digital y los dispositivos de grabación, han puesto luz sobre la eterna necesidad humana de atesorar cada momento de su existencia. Pero, en realidad, el concepto del Lifelogging no es nada nuevo. Desde el invento de la escritura y la primera fotografía tomada, se trasluce el deseo de dejar constancia de un hecho o suceso, de eternizar un momento. Ya en 1945, Vannevar Bush había publicado un ensayo (“As we may Think”) que comentaba los usos que podían darse a la tecnología para perfeccionar nuestra mente. Su visión describió el “Memex”, un dispositivo que podía guardar libros, expedientes y comunicaciones bajo un sistema mecanizado que podía ser consultado con rapidez y flexibilidad. Esta visión inspiró el nacimiento del hipertexto, y ahora engloba las intenciones detrás de las bitácoras de vida. La llegada de las cámaras digitales, los móviles que pueden grabar audio y vídeo, los sitios como Flickr, Myspace o Youtube, son los medios que nos llevaron a convertir esta visión en una realidad, y a empujarla un poco más allá.
Gordon Bell, un ingeniero informático, fue uno de los pioneros en esto del Lifelogging. El tedio que le provocaba ir de aquí para allá cargado de papeles fue lo que lo llevó a buscar almacenaje digital, para no volver a llevar un solo papel nunca más. Por esto decidió también escanear todas sus fotografías, y su apetito de guardar más datos creció. Bell buscó a dos investigadores de Microsoft, Jim Gemell y Roger Lueder, para que lo ayudaran a construir un software que guardara automáticamente todo lo que Bell generara. Así nació MyLifeBits, un proyecto que guarda cada minuto de la vida de Bell, grabando todas sus conversaciones, e-mails y sacando, de forma constante, fotos a través de la “SenseCam” (una pequeña cámara que se coloca como una gargantilla y toma una foto por minuto). MyLifeBits le proporciona a Bell una memoria asombrosa y precisa. El asegura que esto le da a su mente la posibilidad de ser más creativo, desviar su pensamiento hacia otras cosas, aunque sospecha que su memoria natural se ha degradado un poco por estar fuera de práctica. Y no es sorpresa, ¿acaso no experimentamos algo de esto todos nosotros con la llegada de los directorios digitales?. ¿Cuántos números telefónicos y fechas de cumpleaños éramos capaces de recordar en nuestra infancia? ¿Cuántos recordamos ahora que podemos guardarlos en sólo segundos en nuestro móvil? Pocos o ninguno, porque no hay necesidad de mantenerlos en nuestra cabeza. ¿Y, acaso, no le da nuestra imaginación un tinte especial a los recuerdos? Siempre agregamos algún dato fantasioso que maximiza la experiencia, algo que se pierde por completo frente a la indiscutible prueba grabada. Y aquí es donde todo el concepto del Lifelogging comienza a mostrar su doble filo.
Scott Carlson investigó el fenómeno de Lifelogging, y decidió vivir la experiencia en carne propia. Se colgó un grabador digital alrededor del cuello e intentó vivir su vida normal. Lo primero que notó fue la reticencia de la gente a ser grabada. Para evitar cualquier tipo de problema legal, también colgó de su cuello un cartel que anunciaba que las conversaciones estaban siendo grabadas. Ya en el tren hacia su trabajo, la gente que se sentaba a su lado se levantaba al momento y se iba a otro asiento. Algunos lo miraban con incomodidad y otros le advirtieron que probablemente alguien terminaría golpeándolo, además de recibir muchas miradas poco amistosas. Y es que la grabación de audio es un tabú social, además de legalmente cuestionable. Sin embargo, Carlson continuó con su experimento y no tardó mucho en descubrir una nueva contra. Desde que llevaba el grabador al cuello, no era exactamente la misma persona, ni establecía sus relaciones del mismo modo. La gente reaccionaba diferente al ver la grabadora, y él mismo censuraba sus respuestas y actitudes, evitando todo lo que pudiera ser políticamente incorrecto o grosero. La vida que grababa no era igual a su vida real, y Carlson experimentó una notoria sensación de libertad al quitarse la grabadora durante un fin de semana, aunque también lamentó no haber grabado algunas cosas sucedidas en ese mismo tiempo. Pero, ¿qué ocurre cuando tu log de vida registra peleas con las personas que quieres, accidentes o noticias tristes? Nuestra mente normalmente borra esos recuerdos de forma automática, o al menos los suaviza. Nuestro Lifelog, en cambio, nos los reproduciría con una cruel claridad. Lo que genera la pregunta que siempre surge contra todo lo que va contra el proceso natural; ¿No se supone que olvidemos ciertas cosas? ¿No es la capacidad de olvidar algo grandioso a veces? Pero también es grandiosa nuestra capacidad de recordar momentos magníficos, y Carlson mismo se vio enfrentado a la imposibilidad de encontrar el balance al concluir su proyecto. Su primera intención fue la de borrar todo (considerando las discusiones y momentos amargos que existían en su grabación) pero no pudo juntar la voluntad de dejar ir los momentos gratos y dulces. En algún lugar de su casa, bien guardados, todavía están todos los bits de sus grabaciones, como parte de muchas memorias que quiere mantener cerca.
Es imposible vivir sin relacionarse con otras personas, y es una necesidad compartir cosas con quienes nos rodean. Si a eso le sumamos nuestra sed de reconocimiento y la melancolía innata de todo núcleo emocional, la llegada del Lifelogging no es más que un proceso natural que acompaña los diferentes usos que se le dan a la tecnología. Casi todos tenemos un blog, donde dejamos un pedacito de nuestra vida que esperamos sea leído, todos guardamos fotos; de nuestras vacaciones, graduaciones o eventos de importancia, que nos gustan compartir. Pero todos guardamos algún secreto, eventos de los que nos avergonzamos o arrepentimos, y que escondemos celosamente del resto de la humanidad. ¿Puede encontrarse un punto medio entre ambas cosas?
Mientras que el Lifelogging puede aportar mucha riqueza a la vida personal y a estudios científicos y medicinales, la dualidad inherente en su concepto no deja de ser controversial. El Sr. Bolas, de Southern Cal, dice que de aplicar el Lifelogging como un estilo de vida, nadie podría mentir de nuevo. Argumenta que nadie podría cometer crímenes, que en el mundo grabado del futuro, un contrato verbal sería tan bueno como uno escrito. Aunque entendemos la visión idealista del Sr. Bolas, no podemos evitar preguntarnos, en ese futuro en que cada uno de nuestros pasos estaría controlado, en qué escalón quedaría nuestro tan famoso libre albedrío y el derecho a la privacidad.
se me vino una imagen a la cabeza… un microchip subcutáneo que permita traer a la conciencia cualquier recuerdo en cualquier momento del presente, con el objetivo de no olvidar todo aquello que uno vive. Tremendo aparato del tamaño de un grano de arroz en el que podemos archivar todos los años que, para el momento en que esta fabulosa idea tenga materialidad, una persona pueda vivir; aproximadamente unos 187 años. Tal dispositivo, mediante una graduación de la sensación que es archivada dentro del nonabyte, logra clasificar los recuerdos y hacerlos volver a la conciencia cuando el individo que lo porta realiza un esfuerzo mental y se concentra en el subgrupo de sensaciones donde esta hubicado el archivo. Una ves localizado el subgrupo que reune una clase de sensaciones, es desplegada en la memoria una oferta de recuerdos de la que puede, sin mayor inversión de energía, servirse el propio usuario. Los subgrupos que abarcan los estímulos que no superan cierto umbral de energía son generalmente mayores, y a su vez, tales sensaciones son ubicadas en archivos comprimidos. Por ello su búsqueda es más engorrosa. El microchip subcutáneo es de gran efectividad y el mercado lo ofrece a modo de comodato, pudiendo uno devolverlo si no lo utiliza o si prefiere otro con mayor memoria, o que posea conexión wi fi a internet, o despertador contralor de vigilia, etc. El único problema es que este magnífico revolucionario de la misma tecnología vanguardista sufre una serie de alteraciones cuando recive ondas sonoras de ciertas característa, entonces no logra desarrollar su función efectivamente, y por decirlo mal y pronto, olvida la orden que le habia sido encomendada, o saca otra diferente o contradictoria pudiendo avergonzar (en el mejor de los casos) al usuario. Sin embargo ya se está trabajando en una loción con millones de nimioschips que absorven las ondas sonoras perjudiciales. Pero no entraremos en detalles. Esta administración de los recuerdos me suena de algun lado, algun libro viejo de ciencia ficción, quizás.
No le quepa duda, mi estimado vidente, que algunos autores han tenido en su poder una máquina del tiempo y nadie nos lo dijo. Asimov se ha paseado por todas las décadas y nunca deja de estar presente en los pensamientos de quienes lo han leído con cada implementación tecnológica (y la consecuente pérdida de independencia y humanidad de cada uno)
Les recomiendo ver la película The Final Cut (se tradujo al español como La memoria de los muertos) es de 2004 y muestra precisamente ese tema de implantar chips a las personas para grabar todo lo que ven en su vida.