Las vacas, como todos los herbívoros, son grandes productoras de metano. Es que el proceso por el cual la vaca digiere y aprovecha los nutrientes contenidos en el forraje que come a diario libera gas metano que contribuye al nefasto efecto invernadero. Pero varios científicos aseguran que un cambio en su dieta pondría fin al problema.
Podría ser un chiste escatológico, pero lamentablemente no lo es: los gases emitidos por los intestinos de las vacas son en parte responsables del efecto invernadero. Cada uno de estos animales, y hay millones de ellos, produce a diario entre unos 3 y 4 litros de gas metano. Entre 1000 y 1500 litros por animal y por año. Si multiplicas este valor por el numero de vacas vivas, te das cuenta que contribuyen con un 5% del total de los gases de efecto invernadero.
Los pedos de vaca y el efecto invernadero
Para entender cómo es posible que una vaca pueda producir un gas combustible hay que mirar en su interior. Las vacas producen gas metano cuando digieren su alimento, debido a que no poseen aire (ni oxigeno) en sus estómagos, por lo que se encuentran repletos de bacterias especializadas que las ayudan en sus procesos digestivos. Estos pequeños seres llevan a cabo oscuras reacciones químicas que producen metano. Pero si estas pensando en quitar las bacterias como parte de la solución olvídalo: sin ellas, la vaca se moriría de hambre.
Por supuesto, no solo las vacas están en el banquillo de los acusados. Esto ocurre también con muchos animales más, desde las ovejas a las termitas. Afortunadamente, los gases que tan placenteramente liberamos, fruto de la digestión (o indigestión) los humanos no contienen tanta cantidad de metano, ya que nuestros estómagos son y funcionan de forma diferente.
Durante años hemos leído que el anhídrido carbónico (CO2) es el responsable del efecto invernadero, así que ¿Por qué es peligroso el metano? Pues porque pese a que el metano permanece menos tiempo en la tropósfera que el CO2 (12 años contra 100 años), es capaz de absorber 24 veces más calor que el CO2.
También podrías preguntarte cómo es que si durante millones de años las vacas han estado ahí, recién ahora se transforman en un problema. La respuesta, como siempre, es la acción del hombre. Es que las vacas, en forma salvaje, son animales lentos y con pocas “armas” defensivas, por lo que su número seguramente sería ridículamente bajo. Pero 6.000 millones de humanos utilizando vacas para obtener leche, carne, calzado, jabón y vaya uno a saber cuántas cosas más, han trastocado bastante la capacidad de la naturaleza de absorber estos gases intestinales.
La solución al problema parece estar en modificar la dieta de estos mamíferos. Científicos del Instituto de Investigaciones Medioambientales de Aberystwyth, en Gales (Reino Unido) proponen utilizar trébol blanco y otras leguminosas, con mayor cantidad de azúcar, como pienso para el ganado. Esto limitaría en gran parte la emisión de gases. Por su parte, científicos de la Universidad de Hohenheim, en Alemania, han desarrollado una píldora que, junto a una dieta especial, reduce también estas emisiones. Y en Japón, un equipo de la Universidad de agricultura de Obihiro propone otra píldora que, a un costo de 50 centavos de dólar al día y por animal, solucionaría el problema sin afectar la calidad de la leche.
Otros expertos, como los del ministerio de Alimentación y Asuntos Rurales de Reino Unido están investigando la manera de prolongar la vida de estos animales mediante ingeniería genética, lo que evitaría incrementar su número.
Cualquiera de estas soluciones seria bien recibidas. Es que un 5% en mas o en menos pueden ser la diferencia entre salvar o no nuestro planeta de una catástrofe. El laboratorio que fabrique la pildorita diaria para cada una de las vacas del planeta seguramente ganará mucho dinero, lo que nos asegura que se están realizando todos los esfuerzos necesarios para llegar a buen puerto.