Si hay algo que hemos aprendido de los insectos (cortesía de una relación con la especie humana que se ha extendido por cientos de miles de años) es que pueden instalarse prácticamente en cualquier parte, pero uno de los casos más interesantes de adaptación nos traslada a Międzyrzecz, al oeste de Polonia. Entre pinos y abetos se esconde un viejo búnker soviético, transformado en refugio para dos colonias de hormigas de la madera. La primera colonia es relativamente normal, con acceso a alimento abundante y luz solar, pero en el fondo, la segunda colonia se adaptó para devorar los cuerpos de sus muertos…
Parece una historia sacada de una vieja película de horror, y debo admitir que hay varias con hormigas como antagonistas principales, pero esto es 100 por ciento real. En un bosque occidental polaco se encuentra el «Objeto Especial 3003», un búnker soviético abandonado inmediatamente después de la caída del bloque. El rol de esos búnkers no era más que el de ocultar la construcción de armas, y su posterior almacenamiento (tanto convencionales como nucleares). En plena retirada, los responsables por el Objeto 3003 sellaron todas las entradas, pero el trabajo quedó hecho a medias, y la naturaleza no tardó demasiado tiempo en instalarse.
Las hormigas fueron descubiertas en el año 2013, cuando un equipo se encontraba en plena campaña para monitorear la salud de los murciélagos que suelen habitar búnkeres abandonados como el 3003. El búnker está conectado a la superficie a través de un tubo de ventilación que mide unos cinco metros de largo, mientras que el otro extremo lleva a una extraña habitación, identificada con el número 12. Demasiado pequeña para servir como celda… pero nunca lo sabremos.
En la parte superior y muy cerca del tubo se ubica la Colonia Uno, que disfruta de todas las ventajas del bosque. Amplio espacio, luz solar, y el «rocío de miel» (también «ligamaza» o «mielada») como alimento. Sin embargo, aquellas hormigas con la mala suerte de caer por el tubo de ventilación ganaron un pasaje de ida a la Colonia Dos. Allí no hay luz, no hay alimento, y no hay escape debido a la distancia entre el tubo y el suelo. ¿Cómo es que la colonia sobrevivió en esas condiciones extremas? Bueno… el zoólogo István Maák de la Academia Polaca de Ciencias en Varsovia lo explica con contundencia: Comiéndose a los muertos.
La «Colonia Dos», sobreviviendo dentro del búnker
Los expertos reconocen que ese no es un comportamiento inusual en hormigas de la madera. Los conflictos entre colonias que se desarrollan durante la primavera mientras buscan comida son muy importantes, y los sobrevivientes suelen devorar a los derrotados. Ante la falta de fuentes alternativas de alimento (ni siquiera el guano de los murciélagos es suficiente), la respuesta de la Colonia Dos fue puro instinto. Más que una colonia, los investigadores encontraron el equivalente a una necrópolis, con casi dos millones de cuerpos organizados en «vertederos» ubicados en los bordes de la habitación.
Por supuesto, las hormigas trataron de localizar una salida del búnker, con algunas expediciones tomando buena distancia de la colonia. Otro detalle para destacar es que en la Colonia Dos no había reproducción: Sin reina y sin larvas. Su población era sostenida por los miembros de la Colonia Uno que caían a través del tubo, manteniendo un promedio de un millón de elementos. En el año 2015, los investigadores excavaron en el montículo de la Colonia Dos, justo debajo del tubo de ventilación, esperando hallar pupas, sin éxito. Un año más tarde, comprobaron que las hormigas habían reparado el montículo.
El estudio fue publicado por Wojciech Czechowski y su equipo en el Journal of Hymenoptera Research a mediados de 2016, haciendo énfasis en la perseverancia y la determinación de la Colonia Dos, pero la respuesta del público fue muy diferente. El profesor Maák comenzó a recibir cartas de gente reclamando que dejar a las hormigas ahí era un acto de crueldad, y que debían ser rescatadas. Ahora, una de las reglas fundamentales en investigaciones de este tipo es la no intervención, y causar el menor daño posible. Maák exploró el conflicto ético con sus colegas, y concluyeron que la intervención ya había sucedido: Las hormigas estaban atrapadas en una estructura construida por humanos.
Al mismo tiempo, los expertos ya habían aprendido todo lo que podían de la Colonia Dos, así que iniciaron el proceso de reunificación. El primer paso era determinar más allá de toda duda que las hormigas de ambas colonias no serían hostiles entre sí. Las hormigas de la madera tienen un perfil químico muy específico (los expertos lo comparan con un «código de barras»), el cual es «leído» para diferenciar a amigos de enemigos. En la primavera de 2016, el profesor Maák tomó un grupo de cien hormigas de la Colonia Dos, y las colocó cerca de la entrada de la Colonia Uno. Las «nuevas» hormigas no fueron atacadas, y se reintegraron casi de inmediato a la colonia.
Entonces, ¿cuál fue la solución? Construir un puente. Los colegas de Maák instalaron una tabla de madera uniendo el piso de la habitación 12 con el tubo de ventilación por el que cayeron las hormigas en primer lugar. Antes de retirarse, algunas hormigas de la Colonia Dos habían comenzado a explorar la tabla. Maák sólo pudo regresar al búnker en febrero de 2017: La Colonia Dos ya no existía. Todos sus miembros regresaron a la superficie. Lo único que quedaba era la necrópolis, y pocas hormigas cerca de la tabla, que probablemente volvieron a caer por el tubo.
Fuente: Atlas Obscura
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