El biólogo mas mediático del mundo quiere promover el escepticismo entre los niños y ha propuesto realizar unos campamentos lúdicos para que los infantes se reúnan, se diviertan y, sobre todo, piensen por sí mismos. Los padres ya podrán disponer de un lugar donde llevar a sus hijos a que se diviertan a la vez que se forman como personas racionales. Seguro que van a tener un gran éxito, máxime si proviene de un tipo tan carismático como Dawkins.
¿Recordáis la campaña de publicidad atea que se paseó por muchas ciudades del mundo pegada en el lateral de los autobuses? Pues fue idea de Richard Dawkins, el más activista de los ateos, que ya se está convirtiendo en un icono de la lucha por la ciencia y el escepticismo. Este ingenioso biólogo británico ya ha publicado varios libros que han arrasado en las listas de ventas mundiales. Ejemplo de sus éxitos divulgativos se encuentra las obras “El Espejismo de Dios”, “El gen egoísta” o “El relojero ciego”. En ellos no deja títere con cabeza. Se lanza al ataque dialéctico sin contemplaciones y sus argumentos suelen estar cargados de ironía y poderío racional.
Los creacionistas le temen. Los colegas le respetan. Los medios de comunicación le adoran. Con este hombre, tienen asegurado un titular impactante cada poco tiempo. En la memoria colectiva han quedado las tremendas batallas con los acérrimos representantes de las ideas creacionistas. Prácticamente ha dedicado (y dedica) su vida a extender el pensamiento racional y hacer que la gente discurra con criterio escéptico mirando las cosas desde un prisma científico.
Y para demostrarlo, Dawkins, que no puede estar parado, se ha dado cuenta de que existen muchos campamentos organizados por las religiones, pero ninguno con carácter eminentemente escéptico. Se ha propuesto remediarlo y ha fundado las colonias racionales para niños, que vienen a ser algo así como una reunión de verano donde los chicos asisten cada día a sesiones de biología avanzada y filosofía moral, donde aprenden qué es exactamente la teoría de la evolución y donde pueden pasar horas enteras intentando demostrar que la telepatía no existe. Para no convertir aquello en un plomo infumable, alejado de las inquietudes infantiles, por las tardes hacen todo lo que en un campamento tradicional: jugar, caminar, nadar, hacer deporte, pellizcarle el trasero a las niñas, etc.
Lo más atractivo, según el propio Dawkins, es la prueba del unicornio donde los monitores se inventarán la presencia de dos ejemplares alrededor del campamento, dejarán huellas de su paso por ahí y retarán a los niños a demostrar que no existen. Los chicos tendrán que aprender a no fiarse de otra cosa que no sean las pruebas objetivas y los argumentos racionales. El que lo consiga recibirá un billete de 10 libras (precisamente el que lleva impresa la cara de Darwin) firmado por Dawkins. Interesante y motivador experimento, aunque por otro lado, puede apagar la magia de la imaginación infantil.
Esta idea puede tener tanto éxito como la tuvo la publicidad atea en los autobuses. Muchos padres desean que sus hijos se impregnen de la cultura científica y este puede ser un lugar excelente para comenzar a dar los primeros pasos.