En la cara frontal del Glaciar Taylor -ubicado en los Valles Secos de McMurdo, en la Antártida- hay una catarata de hielo que se tiñe de un rojo intenso, sobrecogedoramente parecido al color de la sangre, cada de vez que mana agua salada. La región es una de las mas extrañas del mundo, y alguno científicos incluso creen que en el lago que origina la cascada pueden existir microorganismos extraterrestres, adaptados a la vida en lugares inhóspitos y carentes de oxígeno. ¿Qué secretos esconden las Cataratas de Sangre del glaciar Taylor?
Una de las más sugestivas maravillas naturales presentes en la Antártida son las Cataratas de Sangre. Desconocida por casi todo el mundo, se trata de una fuente de agua salada que posee un intenso color rojo que ocasionalmente emana del Glaciar Taylor. La cascada se encuentra en la región de los Valles Secos, un sector de la Antártida que tiene la particularidad de estar desprovisto de hielo, y al que muchos consideran uno de los desiertos más extremos del mundo, ya que prácticamente nunca llueve en ese lugar. Pero a pesar de que no está cubierto por los ubicuos hielos antárticos, en los Valles Secos se encuentran varios glaciares, cada uno de ellos con su composición química particular. Mientras que algunos están compuestos por hielo originado a partir de agua dulce, otros -como el glaciar Taylor- son de agua salada.
Los científicos conocen esta cascada, cuyo origen exacto continúa siendo un misterio, desde la década de 1960. Los análisis demuestran que el color rojo que tiñe a las Cataratas de Sangre se debe a la acumulación de óxido de hierro en las sales del agua del glaciar, pero se ignora su procedencia. De hecho, en ningún otro glaciar de agua salada se produce un fenómeno semejante. Una de las teorías que más probabilidades tiene de convertirse en una explicación satisfactoria es la que dice que hace varios millones de años, el valle en el que se asienta el Glaciar Taylor fue inundado por el Mar de Ross, como un fiordo. Cuando el clima del planeta cambió, el mar volvió a retirarse, dejando el valle ocupado por un gran lago de agua salada. A medida que el Glaciar Taylor fue avanzando, los depósitos de sal acumulados a lo largo de millones de años debajo de los casi 400 metros de hielo llegaron finalmente hasta el borde del glaciar. Los iones ferrosos que contiene la sal provienen del Mioceno, es decir, de unos cinco millones de años atrás. El Glaciar Taylor no se encuentra congelado en su totalidad, sino que “flota” sobre una salmuera que posee una concentración de sal unas cuatro veces superior a la media de los océanos terrestres. La presión ejercida por la masa de agua congelada hace que esta sal sea expulsada, adquiriendo el color rojizo característico que posee cualquier mancha de óxido de hierro al mezclarse con el oxigeno de la atmósfera.
Pese a las inclementes condiciones reinantes en las Cataratas de Sangre, un rincón del mundo asolado por fríos intensos, precipitaciones mínimas y dentro de un lago saturado de hierro y azufre, los análisis químicos y biológicos indican que hay un extraño ecosistema subglacial de bacterias autótrofas viviendo en el lugar. Son seres capaces de metabolizar los iones de azufre y hierro, y según la geomicrobióloga Jill Mikucki, en las muestras de agua se han encontrado al menos 17 tipos diferentes de microbios, que viven prácticamente sin oxígeno. Jamás se había observado en la naturaleza un proceso metabólico mediante el cual los microbios fuesen capaces de utilizar un sulfato como catalizador para “respirar” iones férricos y metabolizar la materia orgánica microscópica atrapada en este compuesto químico. De acuerdo a un estudio publicado por la revista científica Nature, estas bacterias han estado aisladas del mundo exterior por más de un millón y medio de años, creciendo y multiplicándose a pesar de las condiciones climáticas, sin necesidad de la luz solar ni del oxígeno, a diferencia del resto de los seres vivientes de la Tierra.
Algunos, más osados, especulan con que el origen de estas colonias de bacterias pudo haber sido algún meteorito como el ALH 84001 (Allan Hills 84001), por lo que se trataría de una verdadera población extraterrestre. Pero lo cierto es que no hay ninguna prueba concreta por el momento que apoye esa teoría. Sin embargo, el descubrimiento de las bacterias en las Cataratas de Sangre nos obliga a redefinir cuales son las condiciones necesarias para que la vida florezca y se desarrolle. Existen otros lugares en nuestro Sistema Solar que presentan condiciones similares a las de las Cataratas de Sangre, tales como el planeta Marte o Europa, una de las lunas de Júpiter. Un microbio que puede vivir bajo el Glaciar Taylor seguramente podría hacerlo bajo las espesas capas de hielo de dichos cuerpos celestes. Mientras tanto, este extraño lugar ofrece a los científicos una oportunidad única para estudiar la vida microbiana en condiciones extremas, sin la necesidad de realizar profundas perforaciones que acarrean el riesgo de contaminar este frágil e intacto ecosistema. Las expediciones científicas que visitan el continente antártico seguramente terminarán develando el misterio. Mientras tanto, no podemos evitar sentir una especie de terror lovecraftiano al ver semejante espectáculo.