¿Cómo se define a una droga? ¿Tiene que ser necesariamente una sustancia, o cualquier otra cosa que reproduzca sus efectos sería compatible con ese término? El concepto de drogas virtuales ya ha pasado por aquí antes, y en esta oportunidad, encontramos un nuevo ejemplo con Labyrinth Psychotica, una experiencia que ayuda a entender cómo trabaja la mente de una persona psicótica, con la ayuda de algo similar al LSD digital.
Si por alguna razón decides explorar la historia del LSD, lo más probable es que cruces caminos con el psicólogo Timothy Francis Leary, “el hombre más peligroso de América” de acuerdo a Richard Nixon, y considerado como el defensor por excelencia del uso de LSD, junto al poeta Allen Ginsberg. También encontrarás referencias más oscuras, entre ellas su amplia utilización en el nefasto programa MKUltra de la CIA. En ambos casos, la idea de fondo era modificar el comportamiento: Leary explicó hasta el hartazgo que bajo entornos controlados y supervisados por expertos de la salud, el LSD podría ayudar a tratar adicciones como el alcoholismo, y reformar a criminales reincidentes. En el caso de MKUltra, el LSD era apenas una de las tantas sustancias que los responsables del proyecto tenían en su poder para torturar, aislar, hipnotizar, y manipular a los “sujetos”.
Lo que nos trae aquí hoy probablemente sea un aspecto más positivo del LSD. Ya hemos explorado la teoría del LSD como influencia fundamental en el desarrollo tecnológico durante los ‘60 y los ‘70. Sin embargo, en este punto es la propia tecnología la que busca emular al LSD, o al menos, a sus efectos. El proyecto fue bautizado como Labyrinth Psychotica, un desarrollo de la artista Jennifer Kanary. El participante, sin haber sido expuesto a ninguna clase de sustancia, se coloca un dispositivo de realidad virtual portátil, basado en una cámara frontal, un HMD y el control de una Nintendo Wii, para sumergirse en la mente de una muchacha psicótica llamada Jamie. A medida que la experiencia avanza, es cada vez más difícil para el usuario determinar qué es real y qué no, algo que podría interpretarse como estar bajo el efecto de un “LSD digital”. Pero eso no es todo: El participante puede cambiar las escenas con el control, y también debe “hacer caso a las voces” si desea avanzar en la experiencia, que dura cerca de doce minutos.
El sistema intenta reproducir a algunos de los “síntomas” más frecuentemente asociados con la psicosis, como ver cosas que no están allí, y oír voces cuando no hay nadie hablando. Pero este LSD digital también tiene sus limitaciones. Los componentes visuales y sonoros están bien logrados, aunque el usuario nunca pierde el conocimiento de que está frente a una simulación. Por otro lado, Labyrinth Psychotica no promete en ningún momento ser una reproducción exacta de los efectos del LSD, o de las condiciones en un estado psicótico. Sabiendo eso, la única forma de evaluar realmente qué tan precisa es… sería probándola.
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