El mundo de las patentes puede llegar a ser… muy extraño. Colocar una idea sobre papel no es descabellado que digamos, pero algunos inventores sencillamente no tenían límites para su «creatividad». Tomemos el caso de 1.591.905, patente concedida a Oscar C. Williams de San Diego en el año 1926. A simple vista se trata de una tortuga de juguete, con cabeza y cola articuladas. Sin embargo, el «plus» de esta tortuga era que podía ser cargada con moscas para «generar» movimiento…
Al ser una persona técnicamente atrapada entre dos generaciones, eso me ha permitido vivir la fase en la que construía mis propios juguetes, y en la que volvía locos a mis padres para ir a buscarlos a la tienda. Por supuesto, todos terminaban hechos polvo, pero tampoco es que duraban demasiado. En esencia, cada juguete representa a su época, y yo fui testigo de los primeros ejemplares «made in China superdescartables».
¿Qué sucedía en el pasado? Bueno, hemos visto casos como el de los Rocket Shoes, zapatos con resortes de los años ’60 que simulaban una caminata lunar y garantizaban tobillos rotos, y algunos juguetes prohibidos que incendiaron pantalones o bombardearon a los más pequeños con radiación, pero hoy vamos a viajar hasta el año 1926 para conocer a la tortuga de juguete de Oscar C. Williams.
Sí, una tortuga con cuerpo de madera o metal, mientras que su cabeza y su cola estaban hechas de corcho muy liviano. ¿Por qué? Porque la idea era que algo en su interior fuera capaz de moverlas… y ese algo eran moscas u otros insectos. El dueño de esta tortuga tenía la misión de capturar dos o tres ejemplares, introducirlas a través de varios agujeros en la tortuga, y disfrutar del supuesto movimiento de la cola, las patas y la cabeza causado por los insectos tratando de escapar.
En otras palabras, si el insecto de turno no encontraba la salida, la tortuga se convertía en una mini cámara de tortura. La patente para el dispositivo fue presentada en marzo de 1922, otorgada cuatro años después, y terminó de expirar hoy, 28 de diciembre.
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