Richard Buckminster Fuller fue uno de los genios más grandes que produjo la humanidad en los últimos siglos. Su trabajo resulta difícil de encasillar en una disciplina concreta, dado que ha realizado trabajos relacionados con la arquitectura, la ingeniería y el diseño industrial. Pero, sobre todo, ha sido un gran visionario e inventor del siglo XX. Su Torre 4D, un edificio que puede ser construido casi enteramente de plástico y aluminio, es uno de los más increíbles proyectos habitacionales jamás concebido. Pero, ¿por que nunca se construyeron?
En los últimos 100 o 200 años la humanidad ha visto surgir algunas mentes privilegiadas. Personas de la talla de Einstein, Darwin, Freud o Tesla -entre muchos otros- utilizaron su cerebro para desarrollar ideas y teorías que transformarían nuestra visión del mundo. Richard Buckminster Fuller, nacido el el 12 de julio de 1895 en Milton, Massachusetts, fue uno de ellos. Quizás su nombre te resulte conocido gracias a los fullerenos (o fulerenos), la tercera forma más estable del carbono. Estas moléculas son muy populares entre los químicos, tanto por su belleza estructural como por su versatilidad para la síntesis de nuevos compuestos, ya que se presentan en forma de cilindros (los nanotubos de carbono), elipsoides o esferas.
Estas moléculas reciben ese nombre en honor a Buckminster Fuller, quien empleó esa forma para construir cúpulas geodésicas en la arquitectura. Desde niño, Richard demostró una gran curiosidad e inventiva. Cuando era joven solía construir cosas utilizando los materiales encontrados en el bosque, y a menudo desarrollaba sus propias herramientas. Asistió a clases en la Milton Academy y en la Universidad de Harvard, de donde le expulsaron dos veces. Más tarde se incorporó a la Marina como operador de radio y editor de una publicación, ámbito en el que encontró inspiración para muchas de sus creaciones, como el mástil central de su Torre 4D.
La década de 1920 fue decisiva en la vida de Fuller. En esa época desarrolló junto a su suegro el Stockade Building System, un sistema para producir viviendas ligeras y a prueba de las más duras condiciones meteorológicas o de incendio. A pesar de que nunca pudo producirlas en masa, la experiencia le sirvió para desarrollar varias ideas a las que volvería más tarde. En 1927 su hija menor Alexandra murió de polio y Buckminster buscó consuelo en la bebida. Llegó a estar al borde del suicidio, pero rápidamente superó esa crisis personal. Convencido de que su hija había muerto culpa de las condiciones poco salubres que caracterizaban a las viviendas típicas de la época, comienzó a trabajar en la búsqueda de soluciones.
El primer paso fue publicar dos ensayos – 4D y 4D Timelock– en los que explicaba cuáles eran sus ideas para mejorar la vida de las personas. Esos textos incluían toda una nueva filosofía de diseño y esquemas para construir viviendas industrializadas, a las que denominó “Casas 4D”. Fuller pensaba que nuestro hogar es en realidad un “máquina para vivir”. Si bien no fue el único en tener esta visión, fue el primero en ir más allá, definiéndola en términos enteramente funcionales: “una vivienda es un sistema para satisfacer las necesidades humanas de protección contra los elementos, privacidad e higiene.”
Abocado al diseño de una vivienda que fuese apta para la producción en serie, se dedicó por completo a la elaboración de conceptos que la hiciesen posible. Sólo así -pensaba Fuller- se podrían reducir los costos al nivel necesario para que su máquina para vivir fuese asequible a la mayor parte de la población. Así fue como llegó al concepto de la Torre 4D.
La Torre 4D era un edificio de 12 plantas hexagonales. Todos los servicios -agua potable, cloacas, electricidad, etc.- estaban incluidos en un mástil central, que además sostenía en su parte superior un molino que podía producir electricidad a partir de la energía del viento. La estructura del mástil, que hacía las veces de columna vertebral del edificio era de aluminio, mientras que las paredes,ventanas y techos eran de plástico. Recordemos que en 1927 los plásticos recién estaban comenzando a ser populares, por lo que nadie había pensado en utilizarlos para construir viviendas. Los pisos de cada nivel estaban conformados por losetas inflables, también de hule.
Cada departamento era una unidad sellada herméticamente. Sus puertas eran también hinchables y no dejaban entrar el polvo. La limpieza y los gérmenes -seguramente la muerte de su hija seguía atormentándolo- eran una preocupación constante para Fuller. Su torre disponía de un sistema central de circulación de aire que proveía de ventilación y calefacción a cada unidad habitable, mientras que otro sistema paralelo al primero se encargaba de la aspiración y de una provisión de aire comprimido que facilitaba la limpieza. Durante las noches, una potente luz era proyectada por el interior del mástil y llevada a cada ambiente por medio de un sistema de espejos y prismas. Si querías “apagar” la luz, simplemente cerrabas el conducto por el que esta llegaba a tu apartamento.
La Torre 4D era “ecologicamente correcta”. Cada una poseía sus propios tanques de agua, sistemas sépticos y fuentes de energía limpia. Basándose en el diseño de este edificio, concibió también su “casa 4D” o “Dimaxion House” que no es era otra cosa que uno de los pisos de la torre montado en forma individual. Fuller acuñó el término Dymaxion como una abreviación de Dynamic Maximum Tension, y lo usó definir su su filosofía centrada en obtener lo máximo de cada material disponible. Utilizó esta palabra como marca en muchas de sus invenciones, como la casa Dymaxion, el mapa Dymaxion o el coche Dymaxion.
Richard Buckminster Fuller murió el 1 de julio de 1983 a los 87 años de edad, legándonos un bagaje de ideas que aún hoy siguen transformando la industria. ¿Por que nunca se construyeron Torres 4D o casas Dimaxion en forma masiva? Es posible que -al igual que le ha ocurrido a otras muchas ideas geniales- el mundo no estuviese preparado para semejante cambio. En 1927, cuando Fuller proponía una vivienda plástica, la gente asociaba ese material con elementos frágiles y baratos, como globos o juguetes. Difícilmente un inversor hubiese arriesgado su dinero en un proyecto de ese tipo. Sin embargo, su concepto de “mástil central” (entre otros) ha sido adaptado en una gran cantidad de construcciones, y seguramente cualquier nave interestelar con gravedad artificial obtenida a partir de la rotación sobre su eje que construyamos en el futuro tendrá en su interior algo parecido. Ese día, Buckminster Fuller habrá llegado a las estrellas.