La presencia de agua en nuestro planeta es esencial para el desarrollo de la vida, pero ya hemos localizado al preciado líquido en diferentes regiones del Sistema Solar, y eso acaba con su sentido «local». En cambio, la Tierra es el único lugar donde podemos ver fuego. ¿Qué es lo que vuelve única a esta relación? La gente de PBS Eons lo explica.
El Sol es una bola gigante y caliente de plasma. La luna joviana Io posee más de 400 volcanes activos. Las tormentas eléctricas están a la orden del día en varias regiones del Sistema Solar. Y aún así… nada de eso equivale a fuego. De hecho, el único lugar donde podemos encontrarlo es aquí, en la Tierra. ¿Por qué sucede eso? La gente de PBS Eons tiene la respuesta en su último vídeo.
Tierra, fuego, vida: Una relación estrecha
Por supuesto, las cosas no siempre fueron así. El oxígeno se acumuló a través de un largo proceso que acabó con casi toda la vida en el planeta, pero al mismo tiempo modificó sus condiciones por completo, y estableció la configuración básica necesaria para el fuego.
En términos relajados, el fuego requiere oxígeno y combustible… aunque no cualquier combustible. El proceso de combustión rompe sus moléculas originales y las une con oxígeno, dando lugar a nuevas moléculas como subproductos. El vídeo indica que este proceso alcanza un nivel más alto de eficiencia cuando el combustible posee múltiples uniones de hidrógeno y carbono… como la celulosa, componente estructural esencial de las plantas, y el polímero orgánico más abundante de la Tierra.
Lamentablemente, la información disponible sobre las especies vegetales antiguas en nuestro planeta no es tan buena. Los fósiles llegan a 500 millones de años, pero en la marca de los 430 millones de años, nuestro registro es más robusto. Los filamentos Nematophyta, las esporas Pachytheca, y los gigantes Prototaxites aparecen aquí. Los Prototaxites podían crecer hasta nueve metros, y aunque muchos de sus detalles permanecen en la oscuridad, lo que sí sabemos es que ardieron en el pasado. Las muestras de carbón sugieren que los Prototaxites atrajeron rayos.
En pleno Carbonífero (y su explosión de fotosíntesis), con el inicio de la formación de Pangea y la ausencia de un proceso químico o biológico para su «reintegración» a la biósfera, las plantas muertas terminaron enterradas en la geosfera (calor, presión, y unos cuantos millones de años después, el resultado es carbón). El exceso de oxígeno en la atmósfera permitió a los insectos desarrollar un tamaño escalofriante (¿a alguien le interesa un escorpión grande como un perro?), pero también hizo que los incendios forestales fueran gigantescos.
El fuego «acompañó» a las nuevas formas de vida vegetal, y muchas de ellas aprendieron a adaptarse. Los pinos son un excelente ejemplo de ello: Algunas especies desarrollaron una corteza más robusta, otras descartaron las ramas inferiores, y después están las que aprovechan al fuego, dejando caer sus semillas sobre el suelo enriquecido con cenizas.
Finalmente, llegó «el asteroide», y la Tierra conoció el fuego en una escala nunca antes vista, pero ninguna extinción es perfecta: La Tierra se recuperó, y dio espacio a praderas y estepas con sus pastizales. Estos mantienen la mayor parte de su anatomía bajo tierra, sin embargo, la parte superior arde muy bien. Todo el tejido que muere se acumula en la superficie, pero el fuego limpia ese material, devolviendo nutrientes al suelo y alimentando el crecimiento de la temporada siguiente. Al mismo tiempo, el fuego acaba con todos los competidores de los pastizales.
En resumen, el fuego necesita vida, y por ese motivo actúa como una fuerza para estimular, diversificar y multiplicar el desarrollo de la vida en un gran número de ecosistemas. Esta relación sólo funciona en la Tierra… por ahora.