La idea de una cabeza parlante en el siglo XIX automáticamente nos hace pensar en cosas como historias de terror o circos, pero lo que tenemos aquí hoy tal vez sea uno de los primeros ejemplos de conversión de texto a voz en forma mecanizada. Identificada como Euphonia, esta máquina utilizaba una tecnología similar a la de los pianos para imitar la voz humana, y con un operador lo suficientemente habilidoso podía cambiar su acento, o cantar piezas al estilo de «God Save the Queen».
Los primeros datos sobre la máquina Euphonia nos llevan al mes de diciembre de 1845, fecha aproximada de su debut en el Musical Fund Hall. Allí capturó el interés de diferentes figuras, entre las que se destaca Joseph Henry, creador del relé eléctrico que luego serviría como base para la tecnología detrás del telégrafo. En aquellos años, Henry también era una especie de «cazador de fraudes», pero al ver a Euphonia funcionando en una demostración privada la calificó de «invención maravillosa», y vio un enorme potencial en ella, comenzando por la posibilidad de dos Euphonias conectadas en forma remota, como una especie de super-telégrafo.
¿Cómo funcionaba Euphonia?
Euphonia demandó de su inventor Joseph Faber 25 años de investigación, y su diseño final estaba basado en un total de 16 o 18 teclas (los registros varían) que controlaban los movimientos de la quijada, la lengua y los labios, mientras que el equivalente a los pulmones y la laringe eran un fuelle y un caño hecho de marfil.
El «acento» de Euphonia podía ser alterado con el giro de un tornillo o la inserción de un pequeño tubo en su «nariz», un aspecto fundamental para que la máquina pudiera expresarse en otros idiomas. Aún así, esta maravilla de la ingeniería no tuvo el impacto que Faber esperaba, y sólo las palabras de aliento de Henry y otros personajes como P. T. Barnum lo llevaron a Londres para exhibir su creación en la Sala Egipcia del Museo Británico.
A pesar de interactuar con el público y hacer cosas como cantar «God Save the Queen», su recepción fue muy pobre. Las razones principales que se barajan son dos: Faber no era un gran «vendedor» de su obra ni se preocupaba mucho por su apariencia, y la propia Euphonia habría sido una de las primeras víctimas del Valle Inquietante.
Por supuesto, cualquier referencia adicional sobre la capacidad verbal de Euphonia no puede ir más allá de lo anecdótico por el simple hecho de que no existen grabaciones de su voz, pero la documentación disponible y los nombres involucrados parecen ser lo suficientemente sólidos como para decir que no era una farsa. Faber murió en algún punto de la década de 1860 (aparentemente se suicidó), pero su trabajo sí tuvo secuelas, entre ellas dejar impresionado a un tal Melville Bell… el padre de Alexander Graham Bell…