¿Los avances en la Inteligencia Artificial están acercándose a superar la prueba de Turing? ¿Es esta prueba una medida válida para determinar si las máquinas pueden ser verdaderamente inteligentes?
Allá por 1950, la revista Mind publicaba un artículo de Alan Turing que proponía un procedimiento capaz de determinar si una máquina podía demostrar inteligencia. Poco sabía Turing que su propuesta (cuyo final no era más que proveer un ejemplo claro que ayudara a discutir la filosofía de la Inteligencia artificial) sería tomada como medida real para evaluar las capacidades de la Inteligencia Artificial del futuro. Claro que la Prueba tiene sus detractores, pero aún así representa la cúspide que las máquinas deberían alcanzar para probar definitivamente su capacidad de pensar.
¿Qué es la Prueba de Turing?
La Prueba de Turing, en su aspecto más genérico y aceptado, se basa en que un Juez humano entable una conversación con un ser humano y una máquina (a la vez) e intente establecer cuál es la máquina. Se considera que una máquina podrá superar la Prueba de Turing cuando sea capaz de comportarse tal como un humano y el juez no pueda discernir entre sus interlocutores. Para lograrlo, la máquina debería ser capaz de utilizar un lenguaje natural, razonar, tener conocimientos y aprender.
Este conjunto de elementos es, en su mayoría, lo que representa escollos para la inteligencia artificial. A partir de aquí, surgen los detractores de la validez de la prueba de Turing. El argumento principal se basa en que la Prueba sólo evalúa si el sujeto se parece a un ser humano y que eso no implica inteligencia; por un lado existen muchos comportamientos humanos que no se consideran inteligentes (como la susceptibilidad a un insulto o la tentación de mentir) y que una máquina no reproduciría aunque cuente con inteligencia suficiente. Por otro lado, si una máquina fuera capaz de resolver un problema que ningún ser humano puede resolver, fallaría en la Prueba de Turing (se revelaría como no humana) aunque estuviera demostrando una inteligencia superior.
Los científicos informáticos Stuart J Russell (gran contribuyente a la Inteligencia Artificial) y Peter Norvig (Director de Investigación en Google) argumentan que la aeronáutica no intenta hacer que los aviones sean tan parecidos a las palomas como para que puedan engañar a las aves. ¿Por qué debe una máquina hacerse pasar por humana para demostrar su inteligencia? Russell y Norvig han destacado que “los investigadores de la inteligencia artificial han dedicado muy poco tiempo a pasar una Prueba de Turing” ya que hay maneras mucho más fáciles de probar sus programas dándoles tareas específicas, y enfocados a objetivos más modestos y precisos.
Por otro lado están los detractores de la capacidad de una máquina de ser inteligente de por sí. Desde las consideraciones matemáticas (basadas en el teorema de Gödel que indica que hay límites a lo que la lógica de un ordenador puede responder) al debate de la capacidad de conciencia (que indagamos en nuestra nota de Realidad Simulada) que suele ligarse a la inteligencia.
Al 2007 ninguna máquina ha pasado la Prueba de Turing como tal. Si bien programas conversacionales como ELIZA han podido engañar al público para que crean que hablan con otra persona, los procedimientos no han seguido los lineamientos de la Prueba original (principalmente porque la persona engañada no está sospechando que el interlocutor sea una máquina, mientras que en la Prueba real, el que pregunta se esfuerza por determinar cuál de sus interlocutores es la máquina)
Además de la Prueba, vigente como estándar a pesar de los detractores, se tomó el artículo de Turing para desarrollar un análisis de comportamiento en línea. A raíz del incremento de actividades en línea, Joshua Berman y Amy Bruckman – del Instituto de Tecnología en Georgia – consideraron que era necesario investigar el impacto de la raza, el género, edad y nacionalidad en las relaciones online. Desde lo educativo a los juegos multijugador, la identidad se volvía algo borroso que merecía atención para evaluar cómo afectaba a la comunidad.
Así nació The Turing Game (El Juego de Turing) que consistía en que usuarios de un panel pretendieran ser miembros de cierto grupo, por ejemplo mujeres. Algunos de los panelistas eran mujeres intentando probar ese hecho a la audiencia, en tanto el resto eran hombres haciéndose pasar por mujeres. Una audiencia de ambos géneros intentaba descubrir a los impostores haciendo preguntas y analizando las respuestas del panel. El Juego de Turing posteaba en el sitio un log completo del juego para la reflexión de participantes y visitantes. En la actualidad el juego está cerrado, pero el grupo del Instituto de Tecnología sigue realizando proyectos que analizan el comportamiento social en línea.