Hace poco presentábamos el coche eléctrico más rápido del mundo. Ahora le toca a la moto. Y es que en la loca carrera que han iniciado las marcas para tratar de ganar terreno al futuro, esta nueva propuesta trata de alcanzar el número 1 del podium en cuanto a la velocidad se refiere. La Mission One posee un potente motor eléctrico de baterías que será capaz de desplazarla a altas velocidades. Todo ello con una línea impactante y unos acabados de lujo.
La empresa Mission Motor pretende colocar en el candelero a su prototipo más mimado: la Mission One. Y no hay mejor forma de hacerle publicidad que declarar una velocidad máxima récord y una estética futurista. Todo ello impulsado por un poderoso motor de baterías de Ion de Litio, por supuesto, que conseguirán lanzar esta motocicleta a la sorprendente velocidad de 240 km/h con un par máximo de 135 Nm que será alcanzado en poquísimas revoluciones. Su rango máximo de giro del motor se alcanza a las 6.500 rpm aunque con un par tan monumental abajo no se necesitan tantas vueltas del tren de potencia. La moto declara una autonomía de 240 km sin respostar. Y prometen una rapidez de carga de 2 horas con enchufes de 220 V (8 horas con 120V). Lo mejor de todo consiste en que estas prestaciones se desarrollarán dentro de un marco de silencio casi absoluto. Aunque discrepo de esta afirmación que realiza la casa pues aunque el motor no se escuche zumbar, el ruido aerodinámico a 240 kms/h es tan fuerte que sobrepasa el propio sonido de los motores, sea cual sea su ciclo de carga. Y lo digo por experiencia.
El diseño estético que ha elegido Yves Béhar para la Mission One EV a nosotros no nos convence lo más mínimo. El frontal no podemos decir que sea poco atractivo. La zaga tampoco desmerece aunque se podría haber esmerado un poco más en las líneas finales. Pero donde no tragamos de ninguna de las maneras es en esa estética de muro de ladrillo con agujeros típico de chalet adosado que presenta la moto en sus laterales y en la continuación del asiento. Al ingeniero se le ha ido la mano con el AutoCad y parece más un arquitecto de baja estofa diseñando la urbanización playera de su pueblo natal. Lo sentimos por Don Yves, pero no creemos que con ese diseño nos convenza para gastarnos los 53.000 € que cuesta su creación ladrillera. A ese precio la verdad que aunque tuviera el aspecto del paraíso hecho moto mucho me temo que pocos lograrían pagarlo. Pero tranquilos, que la marca anuncia que ese dineral sólo se asignará a las 50 primeras motos que serán de edición limitada. Para el verano piensan lazar modelos asequibles (vete a saber que significa para ellos esa palabra).
Hay que reconocer que en el resto de la moto han tirado la casa por la ventana. Las suspensiones vienen firmadas por los suecos de Ohlins, la marca líder del momento. Con una fabulosa horquilla de barras de 43mm y un monoamortiguador trasero completamente ajustable. En el apartado de frenos tampoco han escatimado, añadiendo un espectacular conjunto italiano Brembo de bomba radial y discos de 310 mm con pinzas de 4 pistones delante y un disco de 220mm de doble pistón opuesto atrás. En las llantas de nuevo vuelven a sorprendernos descolgándose con unas impresionantes Marchesini de aluminio de muy bajo peso y poca inercia de giro. Los neumáticos parecen unos Dunlop 208 de componente ultrablando, aptos para circuito. Esta moto será una de las participantes en el TTXGP, el 12 de Junio, la versión ecológica del famosísimo Tourist Trophy y con estas credenciales pensamos que lo puede hacer bastante bien. De todos modos yo, por ahora, prefiero mi GSX 1000 de gasolina. Placer celestial, oiga.