Una frase clásica sugiere que «el que no arriesga, no gana». ¿Pero qué tan cierta es en la práctica? ¿Por qué vamos a la ruleta sabiendo que su porcentaje está eternamente en nuestra contra? ¿Qué nos lleva a comprar boletos de lotería cuando las probabilidades de ganar con insignificantes? La relación entre la psicología y las apuestas es tan amplia que se extiende más allá de las salas de juego, y muchos desarrollos dependen de ella, pero lo más curioso somos nosotros. Rechazamos pérdida en lo posible, pero aceptamos riesgo estando convencidos de que esa decisión vale la pena. ¿Por qué?
El casino está diseñado para que pierdas dinero. No hay ninguna duda sobre ello. Si nos limitamos a decisiones racionales, los casinos ni siquiera deberían existir. Toma por ejemplo a la ruleta. Si apuestas a color, lo primero que viene a la mente una probabilidad del 50 por ciento, ¿cierto? No, eso es falso. Recuerda que el 0 y el 00 juegan en tu contra (salvo que coloques fichas en ellos) y la ventaja de la casa es del 5.26 por ciento (o 2.7 por ciento en ruletas europeas sin 00). Sin embargo… la gente apuesta. Y mucho. Entre casinos y otros establecimientos de apuestas, la recaudación global por año excede los 500.000 millones de dólares. Gobiernos enteros se financian a través de las apuestas. Pero el ciudadano común no es el único que apuesta.
Las compañías de seguros hacen algo similar, sólo que el «casino» somos nosotros. Si pagas una cuota anual, la compañía «apuesta» a que tus daños nunca excederán ese monto… con un margen de ventaja. En cálculos generales, por cada 100 dólares en seguros podrías recuperar casi 98, mucho mejor que la ruleta, aunque pierdes dinero igual. El razonamiento detrás de un seguro es más complejo porque la merma es «aceptable» en casos de pérdidas mayores (casa, coche, tu vida), pero la clave se reduce a esto: El impacto negativo de perder dinero para una persona es mayor al impacto positivo de ganarlo. Dicho de otro modo, un seguro es «perder, para evitar perder más». Aversión a la pérdida en su esencia.
Claro que… todo cambia al modificar las probabilidades. Un ejercicio: Recibir 5 dólares el 100 por ciento de las veces, o recibir 6.25 dólares el 80 por ciento. Con tiradas infinitas, la elección es irrelevante porque el 80 por ciento de 6.25 también es 5 (el dinero es el mismo), pero en una tirada, la mayoría de la gente (el 77 por ciento) fue a lo seguro. Ahora, cuando comparamos 5 dólares al 100 por ciento contra 1.000 dólares al 0.5 por ciento de probabilidades, la mayoría eligió el riesgo. ¿Por qué?
Porque nuestra aversión a la pérdida es fuerte, pero al mismo tiempo nos gusta el riesgo de baja probabilidad, o sea, tratar de ganar a lo grande por más que el resultado positivo sea muy remoto. Eso indica una sobrevaloración de las posibilidades reales, pero el «umbral» depende de cada uno, y algunas instituciones han comenzado a aprovecharlo. Otro ejemplo: Tienes depositados 2.000 dólares, y el banco habilita el 1% de interés anual. Eso te da apenas 20 dólares que no cambian en nada tu vida. Ahora, ¿qué sucede si el banco ofrece como alternativa el 0.4% de probabilidades de ganar 5.000 dólares? Esto ya se encuentra en práctica hoy, y la mayoría prefiere correr el riesgo.
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