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La lotería de la supervivencia

En 1975, el filósofo John Harris publicó un texto denominado “La Lotería de la supervivencia”. En él imaginaba un futuro en el que cada persona poseía un número, y cuando se necesitaban órganos para efectuar trasplantes destinados a salvar la vida de dos o más personas, alguien era seleccionado al azar, asesinado y sus órganos compartidos entre aquellos que los necesitaban. ¿Es una locura imaginar algo así? Puede ser. Sin embargo, puede demostrarse que este mecanismo ofrece una mejor esperanza de vida que cualquiera de los planes de salud actuales...

Algunas ideas, aunque sólidas desde el punto de vista de la lógica pura y dura, pueden parecer completamente descabelladas. Hace unos 35 años, el filósofo John Harris propuso un mecanismo por el cual podríamos incrementar de manera importante nuestra esperanza de vida. Cuando a uno le proponen un sistema por el cual la esperanza de vida global podría aumentar en cinco o diez años, se siente tentado a decir “¡sí, quiero!” de inmediato. Sin embargo, y a pesar de que funcionaría perfectamente si fuese llevado a la practica, el sistema de Harris no ha cosechado demasiados adeptos.

Harris llamó a su método “La Lotería de la supervivencia”, y básicamente consiste en  convertirnos a todos en “donantes de órganos” a la fuerza. A cada ser humano de la Tierra se le asignaría un número, y cuando dos o más personas necesitasen un trasplante indispensable para seguir viviendo se elegiría un número al azar. El “afortunado” poseedor del número sería asesinado convenientemente y sus órganos repartidos entre los que se encuentran en la lista de espera. Expresado así parece una idea horrible. Sin embargo, este sistema en la práctica salva más vidas de las que trunca.

Desde el punto de vista matemático, la idea de Harris es impecable: si A y B (como mínimo) salvan su vida “sacrificando” a C, a la larga se obtiene un beneficio global. Dos vidas a cambio de una. Por supuesto, para sustentar su idea el filósofo asume que las operaciones de trasplante son siempre un éxito y (lo más importante) que no existen diferencias -practicas o morales- entre “matar” y “dejar morir. En efecto, para que algo así como la lotería de la supervivencia pudiese ser implementado necesitamos que el dejar morir a una persona cuya vida puede ser salvada efectuándole un trasplante sea exactamente lo mismo que matar a alguien sano. Con esta condición, que exigiría de todos nosotros una lógica digna de un vulcano como Spock, no habría inconvenientes en cambiar una vida por dos o más. Sin embargo, es muy probable que C -con sus sentidos embotados por la debilidad humana- a la hora de ser convertido en cadáver plantee alguna que otra objeción al sistema.

La lotería, asumiendo que nuestra tecnología permitiese operaciones de trasplante exitosas en todos los casos, salvaría más vidas que las políticas de salud actuales. Como es lógico, se pueden plantear una buena cantidad de objeciones a un sistema de salud basado en el asesinato de personas sanas. Por ejemplo, se podría argumentar que la lotería de la supervivencia socavaría nuestra seguridad individual (en caso de que salgamos “favorecidos”). Sin embargo, esto no es cierto: tenemos más probabilidades de vivir una larga vida con la lotería que sin ella, ya que estadísticamente puede demostrarse que cualquier individuo tiene más probabilidades de recibir un órgano que de convertirse en donante.

Otros han objetado el sistema porque trata a A, B y C como “cosas intercambiables”. Los que defienden la teoría aseguran que los sistemas de salud actuales también lo hacen, pues a menudo A y B pierden su vida por que C no es capaz de ayudarlos. Por lo que desde ese punto de vista, actualmente también somos tratados como “cosas intercambiables”, pero utilizando una lógica menos eficaz que la de la lotería.

Otro punto de vista para oponerse al sistema ideado por Harris es que la lotería de supervivencia nos involucra con la muerte de las personas sanas, mientras que los sistemas actuales solo nos relacionan con dejar morir a enfermos, y “matar” es peor que “dejar morir”. Sin embargo, muchos objetan que esto tampoco es cierto: si no hacemos nada por salvar a A y B, entonces los estamos matando de una forma tan brutal como si disparásemos contra ellos.

Es evidente que, al menos por el momento, no se implementará un sistema de salud como el propuesto. No porque no fuese efectivo, sino porque nuestra propia naturaleza humana nos impediría matar a alguien sano. Sin embargo, podría salvar muchas más vidas de las que trunca. Y tú, ¿qué harías?

Escrito por Ariel Palazzesi

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