Esto que parece el título de una película de ciencia ficción puede dejar de serlo si su diseñador consigue reunir 600 millones de dólares. Plantea la posibilidad de construir una especie de enorme isla que aprovecharía varias energías alternativas para producir electricidad de modo limpio y sostenible. Tanto que estas islas podrían abastecer a todo el planeta. La idea es buena pero la financiación no tanto.
La idea principal en la que se sustenta esta enorme estructura data ya de hace 50 años y pertenece a la marina francesa en conjunción con otros como el muy conocido Jaques Cousteau, si bien la idea del aprovechamiento del gradiente de temperatura nace ya en el 1881. El planteamiento de estas islas se basa en el aprovechamiento energético derivado de la diferencia de temperatura entre la superficie del mar irradiada por el sol y las profundidades marinas que con un gradiente de casi 30º C en algunos lugares propicios se puede considerar una fuente de energía rentable. El sistema ha sido bautizado como OTEC (Ocean Thermal Energy Conversion) y trabaja como una nevera pero al contrario. Funciona en dos versiones. La primera es un ciclo cerrado y consiste en usar el agua caliente de la superficie para calentar amoniaco, un material que hierve a una temperatura muy baja. El vapor del amoniaco mueve una turbina que produce electricidad y baja a las profundidades, donde se enfría al contacto con el agua, recupera su estado líquido y todo vuelve a empezar. La segunda trata de aprovechar el beneficio de producir agua desalada pues el agua caliente se introduce en una cámara de evaporación, desde la cual pasa a mover la turbina y baja a las profundidades sin sal y lista para el consumo humano. Y para redondear la cosa, mediante la electrolisis podría generar hidrógeno, famoso por estar llamado a ser la estrella de las renovables. Pero es que aún hay más. La isla también montaría paneles solares, torres eólicas y hasta turbinas subacuáticas para aprovechar la fuerza de las mareas.
Según Michaelis, que lleva desde el 2002 insistiendo con la idea, una de estas estructuras con forma hexagonal de 600 metros de longitud podría generar 250 megavatios y 300 millones de litros de agua desalada, lo suficiente para abastecer a una pequeña ciudad. Pero si varias islas se unieran formando un pequeño archipiélago, se podría crear un pequeño puerto para que atracaran barcos o un hotel “verde” para los turistas. “La principal ventaja de esta tecnología sobre otras basadas en el mar es que es constante, funciona las 24 horas del día, ya que la superficie del mar y el fondo siempre mantienen temperaturas diferentes, pase lo que pase arriba” comenta el ingeniero. Y también asegura que con 50.000 de estas islas de energía sería suficiente para abastecer al planeta, cifra que no resulta tan descabellada cuando sabemos que en la segunda guerra mundial se fabricaron 20.300 aviones Spitfire, por decir una cifra. Si nos ponemos a contar la cantidad de tanques, camiones, buques y demás estructuras de alto coste económico y tecnológico que se fabricaron durante la guerra, no podemos negar que la cifra que propone Michaelis resulta bastante razonable. Máxime cuando se trata de construir futuro, no de pulverizar al resto de la raza humana.
Aunque la idea no es nueva y ya se construyeron pequeñas plantas de OTEC hace años, ninguno de esos proyectos llegó a prosperar. La primera planta OTEC fue construida en 1930 en la costa de Cuba por el inventor francés Georges Claude y sólo producía 22 kilovatios de energía. Se le rompieron las tuberías. Sólo unas cuantas plantas han sido construidas desde entonces, la mayor de las cuales se localiza en Hawai y generaba 250 kilovatios. Ninguna está ahora mismo operativa pero este ingeniero ha vuelto a proyectar esperanza al disponer de tecnología mas adecuada y propone Brasil como uno de los países con mayor potencial para llevar a cabo nuevo proyecto. Los otros dos son China e India. Los tres están situados en el cinturón tropical, donde podrían instalarse las islas, y los tres tienen en común que son los países donde más se disparará el consumo energético en los próximos años.
Sinceramente, este sistema nos parece demasiado ambicioso pero a la vez no demasiado esperanzador. El hecho de que la obtención de energía a través del proceso OTEC sea tan poco eficiente, obliga a la isla a disponer de todos los mecanismos posibles para reunir más energía desde todos los puntos posibles. Y eso no parece muy alentador. Proyectos tan mayestáticos asustan a los inversores y no generan suficiente interés como para invertir los 600 millones de dólares que cuesta una isla en funcionamiento. Quizá los ingenieros deberían fijar su atención en desarrollos más sencillos pero mucho más eficaces que con poco dinero logran grandes beneficios para el planeta. Mientras tanto, permaneceremos atentos al desarrollo de estas moles flotantes.