A principios del siglo XX, una de las recomendaciones más frecuentes de los médicos para mejorar la salud de pequeños y adultos era «viajar al campo», buscando un cambio de aire y mayor exposición a la luz solar. Ahora, si tenemos que hablar de una alternativa «local», eso nos arroja de cabeza a la fototerapia, «terapia de luz». La galería que compartiremos a continuación nos enseña algunas de las sesiones más antiguas de fototerapia, con dispositivos verdaderamente extraños, y otros que podrían ser clasificados como «ancestros» de la cama solar.
El concepto de «helioterapia» no es nuevo que digamos. Varios pueblos antiguos adoraron al Sol como dios dador de vida y salud, mientras que cierta literatura india que habla sobre «hierbas y luz solar» para tratar condiciones de la piel se remonta al año 1.500 antes de Cristo. En tiempos más modernos, la helioterapia se transformó en fototerapia o «terapia de luz» gracias al trabajo de Niels Ryberg Finsen, Premio Nobel de Medicina de 1903, y la lámpara que lleva su apellido. Finsen utilizó luces de onda corta para tratar el lupus vulgar, infección asociada con la tuberculosis.
La fototerapia era especialmente interesante en aquellas regiones donde la luz del Sol escaseaba. Desde várices y anemia hasta enfermedades del corazón y problemas circulatorios, la terapia de luz se perfiló como un gran comodín cura-todo durante la primera mitad del siglo XX. De más está decirlo, el tratamiento no siempre era adecuado (el trabajo de Dora Colebrook a fines de 1920 esencialmente sacudió sus cimientos), y con el avance de los antibióticos, su aplicación en el caso de infecciones desapareció. La fototerapia moderna está indicada para incrementar la síntesis de vitamina D, y tratar condiciones al nivel de anemia, acné, psoriasis, y la ictericia del recién nacido. Y ahora… imágenes clásicas. Una fabulosa galería repleta de gente en plena sesión de fototerapia, o a punto de comenzar una, cortesía del portal Rare Historical Photos.
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