Las consecuencias del cambio climático van mucho más allá de «un simple aumento» en la temperatura. En algunas regiones, es la diferencia entre sobrevivir o desplazarse a otro lugar, escapando de tierra sin vida. Esto es especialmente cierto en el Sahel africano, donde la desertificación continúa avanzando. La respuesta para combatirla es la iniciativa de la Gran Muralla Verde, en la que participan más de veinte países y múltiples agencias internacionales. El objetivo es reforzar toda la banda del Sahel, creando una muralla verde de oeste a este que resista el proceso de desertificación, y brinde seguridad alimentaria.
Podemos seguir debatiendo y reclamando sobre el cambio climático todo lo que deseemos, pero tarde o temprano hay que ensuciarse las manos. Algunas regiones del globo ya no pueden esperar. Ciudades que se hunden, islas que desaparecen, desiertos que no paran de crecer. El Sahel africano sufre el impacto sin atenuantes. Se calcula que para el año 2039, la población en esa región se duplicará, por lo tanto, existe un desafío doble: Lograr que toda esa gente pueda vivir allí, y evitar una catástrofe ecológica.
La Gran Muralla Verde
La idea original de construir un «frente verde» para contener al desierto se remontan a la década de 1950, pero fue en 2007 que la Unión Africana (después de haber obtenido una aprobación inicial en 2005) avaló la iniciativa de la Gran Muralla Verde para el Sahara y el Sahel. Casi ocho mil kilómetros de extensión, atravesando once países (desde Senegal hasta Yibuti), con una serie de intervenciones directas (las autoridades usan el término «mosaicos») que han permitido arrebatarle al desierto millones de hectáreas. Sólo en Níger se restauraron cinco millones de hectáreas, un espacio que dio lugar a medio millón de toneladas anuales de grano adicionales.
Desde un punto de vista técnico, su «construcción» se encuentra al 15 por ciento. Una vez finalizada en 2030, la Gran Muralla Verde creará 350 mil trabajos rurales, y tendrá la capacidad de absorber 250 millones de toneladas de dióxido de carbono. Una verdadera maravilla del mundo, natural y artificial a la vez, tres veces más grande que la Gran Barrera de Coral.
Por supuesto, las dificultades son gigantescas. El Sahara no baja los brazos, y los conflictos locales son cosa de todos los días. De aquí a 2030, son 10 millones de hectáreas por año las que deben ser recuperadas. La Gran Muralla Verde ya posee su propio documental, y lo mejor que podemos hacer de este lado es seguir hablando sobre ella. Parece mentira, pero es una muralla con la que definitivamente estamos de acuerdo.
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