La historia nos dice que el desarrollo de lo que hoy conocemos como radar explotó durante la Segunda Guerra, y los primeros experimentos documentados se remontan a fines del siglo XIX. Sin embargo, la tecnología no llegó de inmediato al campo de batalla, y la mejor alternativa disponible para los combatientes era la detección acústica, con una combinación de cuernos gigantes, micrófonos, y oídos humanos bien entrenados.
El primer uso oficial de la detección y ubicación acústica en combate fue reportado por el comandante Sir Alfred Rawlinson de la Royal Naval Volunteer Reserve en el otoño de 1916, a cargo de una batería antiaérea móvil en la costa este de Inglaterra. En un intento por localizar Zeppelins bajo condiciones climáticas adversas, Rawlinson improvisó un dispositivo utilizando los cuernos de dos gramófonos. Si bien no derribó al enemigo, la defensa logró disparar hacia su dirección general, y alterar sus planes.
Sistema de dos cuernos instalado en Bolling Field, Estados Unidos, 1921
Detector portátil holandés, 1930
El desarrollo de estos sistemas de detección no fue exclusivo de ninguna fuerza, pero los británicos se destacaron por la creación y el despliegue de espejos acústicos, «orejas» gigantes de hormigón que usaban micrófonos móviles para maximizar la amplitud del sonido recibido. Al combinar los registros de dos espejos y aplicar triangulación, sus responsables podían determinar la posición del sonido.
Cuernos personales holandeses, 1930
Los espejos acústicos de Denge, en Kent
Algunos sistemas tenían diseños personales y sencillos, basados en cuernos o «medias esferas», mientras que otros eran especialmente complejos y enormes. Una imagen icónica nos enseña a las «tubas de guerra» japonesas, montadas en carros de cuatro ruedas, y el detector acústico Perrin evaluado por Francia en los años ’30 se parece a una obra de arte.
Las «Tubas de Guerra» japonesas, supervisadas por el Emperador Hirohito
El detector Perrin en Francia, década de 1930
El verdadero problema de la detección acústica era que sólo podía anticipar el ataque enemigo por unos pocos minutos, intervalo que se volvió aún más pequeño debido al aumento de la velocidad en los aviones de la época. Inevitablemente, el futuro pertenecía al radar, y en el período de la Batalla de Inglaterra (de julio a octubre de 1940), la detección acústica ya había sido relegada al rol de respaldo.
Detector alemán, 1939
Soldados suecos junto a un detector, 1940
Si tienes la posibilidad de viajar a Inglaterra, muchos de sus espejos acústicos siguen en pie (especialmente en Yorkshire y Kent), y pueden ser visitados por el público, con supervisión.
Fuente: Rare Historical Photos