¿Quieres ser un gran científico? ¿Ser reconocido mundialmente? ¿Crear inventos que salven a la humanidad? Pues bien, existe un truco sencillo e infalible. Pero por supuesto que no lo revelaremos en este texto introductorio. Para saber más, debes entrar a leer esta nota, otra más de la sección más sensacionalista de NeoTeo. ¡No te la pierdas!
En la mitología griega, a las musas se las consideraba como inspiradoras del arte y de las ciencias. Eran nueve, y particularmente la musa Urania, hija de Zeus y Mnemósine, era la que inspiraba a todo aquel que se adentrara en las ciencias exactas y la astronomía. Pero, como dice el malhumorado pensador Sergio Fabián Nepo: “La musa es un invento de los vagos para no tener que trabajar y quedarse esperando que el destino les resuelva todo“.
Existen en la historia grandes ejemplos de científicos que aplicaban el método de este gran pensador. Uno de ellos, tal vez el más destacable, fue Thomas Alva Edison. La cámara de cine, la lámpara incandescente, el fonógrafo, el sistema de voto automático, la electrólisis… En total, patentó la friolera de ¡2.332 inventos!
Definitivamente, esto no era el producto de una mente inspirada, sino más bien de una mente metódica. Él mismo confesaba dormir no más de 4 horas por día. Tal vez, en forma un poco extremista, consideraba que dormir era una pérdida de tiempo. De hecho, asociaba su invención de la lámpara incandescente con el hecho de poder mantenernos despiertos “aún cuando el sol se hubo retirado“.
Más tarde, comentaría que “la gente hace más de lo necesario en cuestiones poco prácticas. Así como las personas comen más de lo necesario, también duermen más de lo necesario“. Para él, cada minuto adicional era una forma de comprarle tiempo al destino para dedicárselo a seguir transpirando en busca de nuevas patentes.
Otro ejemplo: Jonas Salk, el inventor de la vacuna preventiva de la poliomielitis, no recibió un día la visita de la musa inspiradora que le dictó la fórmula al oído. Si bien le daba gran protagonismo a su intuición, es posible seguir su proceso de investigación a través de más de los 20.000 folios que dejó en cerca de 600 cajas, donde registraba paso por paso, a través de los años, cada uno de los experimentos que lo llevó a su ¿descubrimiento?
Tal vez descubrimiento sea una palabra engañosa en estos casos. Cuando algo es producto de un trabajo de investigación metódico, más bien podríamos hablar de consecuencia. Ya lo decía mi profesor de Piano: “Tocar bien está en relación directa con el factor CS: cantidad de horas Culo-Silla“. (Sí: por si no estaban al tanto, estudio música porque tengo una banda, pueden hacer click aquí y poner “Me gusta” en la página de Facebook).
Aunque siempre hay alternativas de alcanzar la fama como científicos (en un To bit anterior hablábamos de cómo conseguirlo sin trabajar demasiado).
A decir verdad, no soy partidario del trabajo. Más bien de la vagancia. Pero estemos seguros de que, salvo algunas excepciones la mayoría de los inventos que revolucionan al mundo, las grandes obras artísticas… no fueron hechas por vagos. Salvo en contados casos de genios excepcionales, lo que más puede garantizar el éxito es la transpiración, mucho antes que la inspiración… ¿Tú que piensas?
¡Hasta el próximo To bit!
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