Muchos creen que todo tiempo pasado fue mejor. No es casualidad que, casi todos ellos, sean personas de edad. Pero ¿esto es realmente así o se trata simplemente de que es la nostalgia la que juega con nuestra mente? Los científicos, como siempre, tienen la respuesta: parece que nuestro cerebro tiene la habilidad de hacer que recordemos con más detalle los hechos buenos que los malos.
A todos nos ha pasado, incluso si no somos viejos. ¿Quién no tiene recuerdos idealizados de su infancia, o de alguna novia de su juventud? Seguramente no era ni tan bonita ni tan buena en la cama, pero la recordamos como si fuese casi la mujer perfecta. ¿Por qué ocurre eso? ¿Realmente el pasado siempre es tan bueno? La respuesta es un rotundo “no”.
Se trata, simplemente, de un truco de nuestra mente. Siguiendo con el ejemplo anterior, posiblemente la chica en cuestión haya sido más bien feúcha y bastante insoportable (si no, no hubiésemos dejado que se vaya con ese tío). Creemos que era “perfecta” porque nuestro cerebro ha ido debilitando los malos recuerdos que teníamos de ella (sus gritos cuando mirábamos a su hermana, por ejemplo) y realzando los buenos (sí, ¡esos!). Y lo mismo ocurre con todos los hechos del pasado. Para ser sinceros, no deberíamos fiarnos de lo que recordamos de nuestro paso por el colegio, la vida con nuestros hermanos ni casi nada de lo que hemos vivido. Simplemente, nuestra mente nos impide ser imparciales a la hora de juzgar nuestras vivencias, poniendo un “filtro rosa” que nos protege de lo malo.
El profesor Roberto Cabeza, de la Universidad de Duke, Carolina del Norte, Estados Unidos, ha presentado un informe donde muestra sus lapidarias conclusiones al respecto. "Las personas mayores han aprendido a ser menos influenciados por la información negativa, para mantener su bienestar y estado emocional.” Lisa y llanamente, sacrificamos la precisión de nuestros recuerdos en aras de evitar vivir acongojados por un pasado plagado de eventos negativos.
Como en tantas otras ocasiones, la flexibilidad del cerebro ha sorprendido a los investigadores. En diferentes etapas de la vida, la mente utiliza estrategias distintas. Cuando somos jóvenes, tenemos una memoria casi perfecta, porque necesitamos aprender cuáles son las cosas que nos dañan para poder evitarlas. Este sistema que hace posible que no tropecemos dos veces con la misma piedra deja de ser importante cuando somos adultos o ancianos, ya que se supone que hemos aprendido a esquivar la piedra que nos hizo caer. El recordar el dolor de la caída solo nos haría infelices, sin aportar casi nada a nuestro bagaje intelectual. En lugar de ello, nos quedamos con la idea central “evita la piedra”, en lugar de mantener vivo el dolor. Interesante, ¿verdad?