Científicos estadounidenses han descubierto que la ausencia de un gen concreto -el denominado p21– otorga a los mamíferos la capacidad de regenerar sus tejidos. En algunos experimentos realizados sobre ratones, se demostró que quitándoles este gen los roedores podían regenerar sus orejas perforadas. Estos roedores mostraron un potencial curativo similar al que poseen algunos gusanos, esponjas y salamandras. Se trata de un hallazgo podría acelerar los procesos curativos en humanos. ¿Esto significa que podremos recuperar partes dañadas de nuestros organismos?
La posibilidad de regenerar tejidos dañados ha sido una especie de Santo Grial de la medicina. Si encontrásemos la forma de que los tejidos quemados, rasgados o amputados volviesen a crecer, tal como ocurre en algunas especies de gusanos, esponjas o salamandras, millones de personas podrían mejorar su calidad de vida o, en muchos casos, hasta evitar la muerte luego de algún traumatismo grave. Lamentablemente, los mamíferos no tenemos esa característica tan útil: si en un accidente perdemos un brazo, estamos condenados a vivir sin él, o a utilizar un remedo mecánico de la extremidad perdida. Sin embargo, un descubrimiento realizado por científicos estadounidenses del Instituto Wistar y publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences, podría cambiar esto.
En efecto, el equipo de investigadores a cargo de la profesora Ellen Heber-Katz, ha descubierto que los roedores que no poseen un gen concreto, el llamado p21, son capaces de efectuar el milagro de la regeneración de tejidos. "Los ratones que carecen del gen p21 pueden reemplazar los tejidos dañados con tejido sano, sin evidenciar cualquier signo de cicatrización", asegura Heber-Katz. Los roedores en cuestión, en lugar de formar una cicatriz como hacen todos los mamíferos, curan sus heridas formando un blastema. Un blastema es un conjunto de células embrionarias, cuya proliferación conduce a la formación de un órgano determinado. Los investigadores han encontrado que la ausencia del gen p21 hace que las células se comporten de forma similar a las células madre embrionarias y no como células de mamífero adulto, permitiendo su regeneración. Se trata de un hallazgo muy importante, que debidamente explotado podría permitir a los humanos acelerar sus procesos curativos a la vez que se evitan las terribles cicatrices que quedan luego de sufrir profundas quemaduras o pérdida de tejido.
Heber-Katz es la primera en reconocer que aún es muy pronto para especular con las repercusiones que puede tener su descubrimiento en la medicina humana. Sin embargo, cree que “aunque sólo estamos empezando a entender las repercusiones de estos hallazgos, posiblemente un día seamos capaces de acelerar la curación en humanos simplemente desactivando temporalmente el gen p21”. La regeneración celular ha sido un objetivo de los científicos de varios laboratorios alrededor del mundo, desde hace décadas. A fines del siglo pasado, en 1996, durante otro experimento sobre inmunología, los científicos descubrieron una reacción similar en ratones de la variedad Murphy Roths Large (MRL). Aquellos ejemplares espontáneamente regeneraron el tejido que había perdido su oreja al ser perforada como forma de identificarlos. Hasta ese momento se pensaba que los mamíferos habíamos perdido el potencial de regenerar tejidos como parte de la evolución. Pero ¿cómo habían conseguido los ratones MRL regenerar sus orejas? Los investigadores revisaron su “mapa genético” y dieron con la clave: el gen p21, un regulador del ciclo celular, estaba desactivado.
¿Esto significa que podremos recuperar partes dañadas de nuestros cuerpos? Es posible. No hay dudas que se trata de un gran paso en este sentido. Sin embargo, aún queda por determinar qué tan profundo es el “nivel de regeneración” que permite la ausencia del gen p21 (es decir, cuanto ratón se puede amputar antes que deje de regenerarse) y -sobre todo- si en los humanos este gen se comporta de la misma manera. Pero estamos seguros que la importancia que tiene este tipo de investigación para la medicina hará que los estudios necesarios se efectúen rápidamente. Si tienen éxito, estos ratones habrán cambiado para siempre la forma en que curamos nuestras heridas.