Diner City es uno de esos juegos que ama o se odia. No hay medias tintas. El objetivo de Diner City es crear un imperio culinario, restaurante por restaurante, zona por zona, y ganarle a la competencia antes de que se terminen los turnos. Pero no es como esos juegos donde hay que cocinar y hacer tonterías, sino uno que requiere cierta cantidad de neuronas. ¿Jugamos?
El planteo de Diner City es uno conocido, pero su ejecución es bastante original. La idea es crear uno o más restaurante por zona, y terminar ganando más dinero que la competencia. Cada nivel tiene una cierta cantidad de turnos, cuando los turnos se terminan se comparan los porcentajes y aquel que haya generado más dividendos es el ganador. Cada turno consiste, básicamente, en una etapa de construcción (durante la cual podemos construir cualquier cosa que podamos pagar) y una etapa de atención al público, durante la cual ganamos dinero en relación a lo que hayamos hecho en el restaurante y a la velocidad del servicio.
Existen 24 mejoras que hacer en el restaurante, cada una se habilita en el momento en el que tenemos el dinero para pagarla. Las mejoras nos permiten cobrar un poco más caro el servicio, agregan más asientos para la concurrencia o las dos cosas a la vez. Además, hay otro factor clave del cual depende la cantidad de ingresos al final del turno, y esa es la cantidad de empleados que tenemos. A mayor cantidad de asientos, más empleados necesitaremos para dar un servicio rápido. Y, claro, siempre nos conviene tener un servicio rápido, porque si el restaurante está lleno los clientes siguen de largo y perderemos dinero.
El tema está en saber elegir las mejoras adecuadas según cómo avanza el nivel. Es que Diner City no es un juego justo, y es allí donde radica la controversia que lo ha hecho tan amado como odiado. El ordenador no juega con las mismas reglas que nosotros, y obtiene ciertas ventajas que nosotros no. Por ejemplo, de tanto en tanto nuestro restaurante tendrá que ser limpiado, y la cantidad de dinero necesario suele ser bastante abusiva, más cuando la competencia no tiene que limpiar nada. Lo mismo sucede con los robos: nuestra tienda puede ser asaltada, pero no la del ordenador. Además, y para hacer las cosas más injustas, no importa por cuánto le estemos ganando al oponente, a partir del nivel 4 el ordenador recibirá importantes sumas de dinero, dinero que usará para aplastarnos sin piedad.
Pero eso que muchos odian, es exactamente lo que me ha hecho amar Diner City. Estamos en desventaja, pero podemos ganar. La idea no es hacer mejoras a lo tonto, sino pensarlas bien en relación a lo que sabemos que hará el ordenador. Por ejemplo, el nivel 4, que es donde la mayoría tiene problemas, depende de comprar los dos locales vacíos antes que la competencia, que compra el primero alrededor del turno 18 y a partir de ahí se vuelve invencible. No importa si para “ahorrar” dinero debemos perder en la mayoría de los turnos, al final, con tres restaurantes, le terminaremos ganando.
Lo dicho, Diner City es un juego que se ama o se odia. Yo lo amé, porque fue un verdadero desafío y uno bastante adictivo y divertido. Aquellos valientes que se le atrevan, sepan que pueden acelerar la velocidad con que pasan los clientes, cosa que vuelve al juego mucho más dinámico y rápido. ¿Quieres intentarlo? Juega Diner City en JuegosFan y después nos cuentas cuánto me odias por esta recomendación.