Si todo se ajusta a lo previsto, dentro de cuarenta años Japón dispondrá de un ascensor espacial. Se trata de una estructura de unos 36 mil kilómetros de alto, por el que se podrán enviar productos y astronautas al espacio. Construido mediante la unión de casi 100 mil kilómetros de nanotubos de carbono, material que es unas 20 veces más resistentes que el acero, permitirá que la órbita terrestre sea finalmente colonizada. Satomi Katsuyama, la directora del proyecto, ha reconocido que aún quedan problemas por resolver, pero que en 2050 la obra podría estar lista.
Todos hemos oído hablar de los ascensores espaciales. Propuestos por el ingeniero ruso Yuri Artsutanov hace más de cincuenta años y explotados hasta el cansancio por los escritores de ciencia ficción dura, no son otra cosa que un mecanismo para poder alcanzar la órbita terrestre sin necesidad de utilizar un cohete o transbordador espacial. El principio básico de su funcionamiento es muy simple, y equivale a una cuerda que tiene un peso atado en un extremo a la que que hacemos girar a una gran velocidad. La fuerza que ejerce el peso mantiene tensa la cuerda, que se proyecta desde nuestro puño hacia el exterior del radio de giro. En el caso del ascensor espacial, la cuerda tiene unos 36 mil kilómetros de largo (la distancia a la que se encuentra la órbita geoestacionaria) y el “puño” que la hace girar no es otro que el propio planeta Tierra.
Se debe fijar uno de los extremos de esa estructura en la superficie del planeta, y el otro a una masa que se encuentra en la órbita geoestacionaria -es imprescindible que este extremo de la estructura no se desplace por el espacio, por eso se elige una órbita de este tipo- para evitar que la “cuerda” no se enrolle sobre el planeta. Pero el aspecto más complejo de este proyecto es el desarrollo del material con el que construir esos 36 mil kilómetros de estructura. Aún tratándose de un compuesto muy liviano, la magnitud de sus dimensiones hacen que el peso total sea impresionante, por lo que su resistencia mecánica debe ser enorme solamente para que sea capaz de soportar su propio peso. En 2008 Japón convocó a una serie de empresas y científicos para comenzar a delinear la construcción de un ascensor espacial, noticia que no tuvo la repercusión que uno podría esperar. Han pasado cuatro años, y el proyecto sigue en marcha. La empresa Obayashi, una de las participantes, ha comunicado que esperan tener el ascensor funcionando en el año 2050. La directora del proyecto, Satomi Katsuyama, ha explicado a los medios que la “cabina” de este ascensor viajará a unos 200 kilómetros por hora y que demorará unos 7 días en alcanzar la órbita. Se desplazará sobre una “cuerda” construida con casi 100 mil kilómetros de nanotubos de carbono, un material que posee unas 20 veces más resistencia estructural que el mejor de los aceros, pero mucho menos peso.
Katsuyama también ha reconocido que aun quedan varios problemas por resolver antes que se puedan comenzar las obras, pero confía en que los avances tecnológicos que se están produciendo proporcionen las soluciones necesarias en el corto plazo, de forma que el ascensor pueda estar listo en el año 2050. De concretarse, sería una dura competencia para las empresas que como “Virgin Galactic” están haciendo fuertes inversiones para desarrollar su propia tecnología de cohetes espaciales. De todos modos, el proyecto japones seguramente enfrentará retrasos inevitables, ya que a pesar del optimismo que se puede apreciar en las declaraciones de sus responsables se trata de uno de los más complejos desafíos que alguna vez ha enfrentado la humanidad, y son muchos los obstáculos que seguramente van a aparecer, por que aún tenemos por delante unas cuantas décadas de carrera espacial basada en cohetes.