Si tienen éxito, los científicos japoneses podrían ser los primeros en proporcionar a la humanidad una forma sencialla, barata y segura de llegar al espacio: el Ascensor Espacial. Según el diario “Asahi Shimbun”, de Japón, el equipo de investigación a cargo del proyecto realizará pronto la Primera Convención Internacional, en Tokio, para reclutar investigadores de otros países.
La idea detrás del ascensor espacial es maravillosamente simple. Si alguna vez has hecho girar rápidamente una piedra atada con una cuerda ya conoces el concepto básico. Simplificando bastante la cuestión, la idea es colocar un peso importante en orbita geostacioaria, a 36000 kilómetros de altura, sobre el ecuador de la Tierra, y enlazarlo mediante una “cuerda” superresistente a un anclaje en tierra. Sobre este cable subirían (y bajarían) cabinas presurizadas, similares a un ascensor, desde la Tierra al espacio (y viceversa).
El concepto no es nuevo. El ingeniero ruso Yuri Artsutanov planteó su existencia en 1960, en un artículo publicado en el diario Pravda ("To the cosmos by electric train"), aunque reconocía que la resistencia a la tracción que debía tener el material utilizado para su construcción hacia imposible su realización practica. Solo hay que imaginar el peso de un cable de 36.000 Km. de largo para hacerse una idea de lo especial que debería ser ese material para simplemente soportar su propio peso.
Ahora, los científicos han iniciado un proyecto que debería transformar el sueño de Artsutanov en realidad. De lograrlo, ya no se necesitarían costosos (y peligrosos) cohetes para ir al espacio. Bastaría con un viaje de ascensor, equivalente a subir a un edificio de 12 millones de plantas, para llegar allí. El envío de suministros a las estaciones espaciales seria una tarea absolutamente simple, insumiendo solo el 1% del costo que tiene una misión típica en la actualidad.
El cable que tienen en mente los japoneses estará construido de nanomateriales, los únicos capaces de resistir lo suficiente. Este material debe ser unas 180 veces más resistente que el acero. Sobre el se instalará una nave espacial para subir y bajar, tipo ascensor. Los nanotubos de carbono disponibles en la actualidad ya tienen un cuarto de la dureza necesaria. El primer reto a resolver será elevar su dureza hasta el grado que garantice la estabilidad del ascensor.
Para evitar que el peso puesto en órbita deba ser demasiado grande, los científicos creen que lo mejor es “dejar cuerda suelta” en el extremo superior del ascensor, de forma que al girar tire de toda la construcción hacia arriba. Esto implicaría un cable con una longitud total de casi 100.000 kilómetros, la cuarta parte de la distancia que nos separa de la Luna. La estructura de anclaje sobre la Tierra deberá ser formidable para soportar el “tirón” del ascensor.
Por supuesto, hay mil problemas por resolver antes de tener montado un ascensor de este tipo. También habrá que conseguir una verdadera fortuna para montarlo, pero si fuimos capaces de aunar esfuerzos y construir el LHC (que costó 6.000 millones de dólares) seguramente podremos enfrentar este reto.