Para poder realizar sus actividades, la humanidad necesita construir todo tipo de estructuras. No son pocas las veces que el aspecto de estas construcciones se encuentra subordinado únicamente a la función que cumplen, sin tener en cuenta su impacto sobre el paisaje. Jan Kaplicky tuvo mucho esto en cuante cuando desarrolló una serie de estructuras basadas en formas orgánicas, que resultan sumamente atractivas sin que ello implique sacrificar funcionalidad. Te mostramos sus obras más impactantes.
Jan Kaplicky fue un arquitecto cuyo nombre ha pasado prácticamente desapercibido para todos aquellos que no están ligados de una u otra forma a la arquitectura. Nació el 18 de abril de 1937 en Praga, Checoslovaquia, país que abandonó en 1968. La leyenda cuenta que luego de que la URSS y sus aliados invadieran su patria durante la Guerra Fría -un evento recordado como “La Primavera de Praga”- Kaplicky huyó hacia el Reino Unido con mucho poco dinero y una muda ropa.
Se instaló en Londres, lugar donde viviría la mayor parte de su vida. Kaplicky era arquitecto, y una idea daba vueltas permanentemente en su cabeza: construir estructuras que combinasen las formas de la naturaleza con la tecnología, algo que -al menos en esa época- parecía contradictorio e imposible de lograr.
Una vez establecido en Londres, comenzó a trabajar para Norman Foster. Sus ideas comenzaron a ser conocidas, y de hecho tuvieron gran influencias en obras como el revolucionario Centro Pompidou, de París. Irónicamente, al no disponer de un pasaporte británico, Kaplicky no pudo viajar a Francia para seguir el desarrollo de la obra.
En 1979, Kaplicky consiguió un garaje ubicado en un callejón de Paddington y fundó en él -luego de pintarlo de color rosa- el estudio Future Systems. A lo largo de la década siguiente se dedicó a proyectar todo tipo de estructuras revolucionarias. Puentes flotantes, edificios desmontables, centros comerciales que parecían insectos, coches eléctricos o muebles (incluidos sus famosos sofás con forma de nube) salieron del tablero de dibujo de este genial arquitecto.
No muchos arquitectos se habían atrevido antes a combinar materiales y formas de esta manera. Muros con aspecto de escamas de pescado, techos que recuerdan los ojos facetados de los insectos, muchas curvas en sitios donde tradicionalmente habían reinado las rectas y una completa integración con el paisaje fueron elementos básicos de sus obras.
La arquitecta inglesa Amanda Levete, esposa de Kaplicky, se asoció con él en 1989. Future Systems se trasladó a la casa de la pareja. Su trabajo comenzó a hacerse famoso en todo el mundo luego que un funcionario del parlamento británico les encargase una vivienda en Gales. Completamente integrada con el paisaje, con forma de burbujas cubiertas por vegetación y construida con materiales poco convencionales, esta casa se convirtió en un ícono de las ideas de Kaplicky.
Luego de este primer gran éxito, los encargos comenzaron a llegar a Future Systems. A lo largo de los últimos diez años del siglo XX el estudio de Kaplicky diseñó tiendas, centros comerciales y varios edificios, hasta que en 1999 su tribuna de prensa diseñada para el Lord’s Cricket Ground de Londres recibió el premio Stirling. Esta estructura ovalada, casi toda de aluminio, constituyó la consagración definitiva de Kaplicky. El mundo conoció su talento y muchos críticos dejaron de pensar en él como un chalado de las formas y lo reconocieron como lo que era: un arquitecto serio.
Entre sus obras más importantes se encuentra la fachada de los almacenes Selfridges, de Birmingham, cubierta de discos de aluminio. El Museo Enzo Ferrari, en Módena, al igual que la Biblioteca de Praga se convirtieron en emblemas de la nueva arquitectura. Para dirigir este último proyecto Kaplicky volvió a su ciudad natal. Se había divorciado de Levete antes de volver a Praga, y rehecho su vida con una nueva mujer, con la que había tenido su segunda hija. El 14 de enero de 2009 Jan Kaplicky murió, víctima de un infarto, pocas horas después de que falleciese su mujer. Sus diseños, poseedores de características propias y convertidos en el mejor ejemplo de que no es necesario construir “edificios como cajas”, se consideran entre los más atrevidos del mundo.