El 1 de noviembre de 1952, Estados Unidos dio inicio a la Operación Ivy, una serie de dos pruebas nucleares que se llevaron a cabo en el atolón Enewetak, que forma parte de las Islas Marshall. La primera de ellas fue Ivy Mike, y reclamó un lugar especial en la historia por demostrar con éxito el escalofriante poder de los dispositivos termonucleares, mucho mejor conocidos como «bombas de hidrógeno».
En términos muy relajados, el diseño Teller-Ulam (por Edward Teller y Stanislaw Ulam), está compuesto por una primera fase con una bomba de fisión convencional, cuya detonación libera energía suficiente para disparar la fusión en el combustible de su segunda fase, basado en isótopos de hidrógeno o deuteruro de litio-6. Teller y Ulam finalizaron su diseño en 1951, y un año después, llegó el momento de evaluarlo…
Lo que nos traslada al atolón Enewetak y el nacimiento de Ivy Mike. Digo «nacimiento» porque el propio Edward Teller, al comprobar el éxito de la detonación con la ayuda de un sismógrafo en Berkeley (no le permitieron viajar), envió un telegrama sin clasificar al resto del equipo en el laboratorio de Los Álamos que simplemente decía «es un niño».
En realidad, Ivy Mike era, desde todo punto de vista, una bestia. El peso total del dispositivo superaba las 74 toneladas métricas, y su configuración era tan compleja (principalmente por el sistema criogénico que necesitaba el deuterio líquido que servía de combustible para la segunda fase), que los responsables debieron construir un hangar.
La fase inicial de Ivy Mike era una bomba TX-5 «optimizada», instalada en un espacio separado con el objetivo de evitar su congelamiento. Una barra de plutonio asumió el rol de «bujía» para la ignición de la etapa de fusión, y todos estos elementos fueron cubiertos con una carcasa (léase «tampón») de uranio natural, de 4.5 toneladas.
El rendimiento final de Ivy Mike alcanzó los 10.4 megatones, pero se estima que el 77 por ciento provino de la carcasa de uranio, a través de un proceso de fisión rápida. La nube de Ivy Mike desarrolló una altitud de 41 kilómetros, y creó un cráter de 1.9 kilómetros de diámetro, con 50 metros de profundidad.
Toda la vegetación de las islas en el atolón desapareció tras la detonación, y la contaminación derivada del uranio fue considerable. Para finalizar, un detalle extra: Los efectos de sonido en la grabación original se añadieron en la postproducción. Me pregunto cómo habrá sido el ruido de semejante explosión…