La música es uno de los lenguajes en el que los humanos mejor se comprenden, y tanto su consumo como su producción no deberían estar vedadas a nadie, como en el caso de aquellos que sufren alguna condición física o mental. Estas personas quedan automáticamente aisladas del proceso creativo y la misión es rescatarlos de esa ceguera involuntaria y darles una herramienta para expresarse. Con este humanitario fin fue creado BCMI, una interfaz cerebro-ordenador más económica para componer música con la mente.
Tocar un instrumento y sacar algo que respete ciertas reglas armónicas dejó de ser hace mucho tiempo una condición sine qua non para crear música, y esto se debió no sólo a la creciente abstracción en los procesos constitutivos de la llamada composición musical, sino también por la progresiva difusión de herramientas digitales o virtuales que permiten producir música casi sin conocimientos. Con esto puesto en relieve, los medios para componer una de las más poderosas formas de arte que tiene el humano está cada vez más abierto, permitiendo que las subjetividades más disímiles expongan su creatividad musical. El límite recién surge cuando se posee algún tipo de discapacidad o condición que no permita tener un contacto directo o una comprensión absoluta de los procesos requeridos para hacer música, y en este sentido es que los especialistas de la Universidad de Plymouth en Inglaterra crearon el BCMI.
Este artefacto es una interfaz cerebro-ordenador que, en primer instancia, permite convertir las ondas cerebrales y los movimientos oculares en notas musicales, propiciando un entorno de expresión alternativo para aquellos con dificultades en el habla, movimientos y cualquier otro tipo de afección física y mental. Lo único que habrá que hacer con el BCMI (Brain Computer Music Interface) será pensar en “lo que sea” y gracias a la traslación de las ondas electromagnéticas poder componer desde lo más profundo, sin pasar por los filtros de las técnicas, la ignominia del público o propia y las capacidades de los instrumentos al alcance. Para realizar esto, la persona conecta la interfaz y a través de ella puede controlar ritmo, tono, fuerza y velocidad de las notas que emanan de sus manifestaciones electromagnéticas.
BCMI tiene una larga historia desde que en el 2008 se acercó por primera vez a los medio, pero recién ahora se está transformando en un producto comercial gracias a las inversiones que necesitaba para pulir su funcionamiento. Por estos días, el BCMI se compone de un casco EEG que posee 3 electrodos principales adosados para la lectura de los impulsos. Además, el equipo de investigación liderado por el especialista en música Eduardo Miranda, informó que el paquete completo traería a la laptop incluida, y que ya se comercializan por unos $3.500 dólares. Como en toda aplicación en donde una interfaz EEG sea protagonista, y mucho más en este caso, el BCMI requiere de intensa práctica para lograr la habilidad que tiene la persona del vídeo para componer música con la mente, por lo que además de ser una tecnología de asistencia también lo es de educación.